Y si no todo, mucho.

No sé si todo. A veces nos guardamos algo a lo que aferrarnos, pero si no todo, si aun guardo algo a lo que agarrarme, de lo que no soy consciente, sí he dejado mucho; casi todo: ciudad, trabajo, parroquia, amigos, familia... Todo queda allí. Más distante. Cercano en el corazón, como no puede ser de otra manera, pero en otro ámbito. Algunas personas y experiencias, seguirán conectadas en la distancia. La distancia acerca aunque parezca paradójico. Otras, personas y experiencias, serán archivadas en los recuerdos. En lo que pasó, y... ¡quien sabe si volverán!

La vida empieza una nueva etapa en esta ciudad, a la que he llegado bien, en un viaje bastante cómodo, sudando al cargar y sudando al descargar el ligero equipaje: lo que cabía en una casa, cupo luego en un pequeño apartamento, y ahora cabe en una sola habitación. Los viajes vitales son así: desprendimiento, decrecimiento, desapego, apertura, gratuidad.

Se dejan cosas, sobre todo cosas, atrás. Se dejan espacios libres en el alma para las nuevas historias, personas, encuentros, aconteceres. Abierto a la sorpresa. Todo es gracia. Lo que está por venir, un regalo; como lo fue lo que pasó. El primero, mi compañero de casa, Manolo. Disponible y acogedor.

No sé si todo. Pero casi todo. Y lo que no haya dejado, seguro que el Señor sabrá darle utilidad en esta nueva tarea.

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