el valor de la propia vida

Entre las muchas noticias que pueblan los medios, y fuera de las típicas y tópicas, me encuentro con una que dice esto:

La Policía Nacional ha evitado que un joven de 19 años residente en León se suicide tras no conseguir el objetivo deseado en un juego de Internet en el que llevaba participando durante 14 horas. A través de un comunicado, la Policía explicó que el joven había manifestado a través de un "chat" su intención de suicidarse, algo que se produjo tras realizar en una de las fases del juego una "petición" a uno de los "Maestros del Juego" que no había sido concedida.

Y me he quedado bloqueado por un momento, por una avalancha de sensaciones y sentimientos confusos. Al final me he quedado con una sensación de desazón, y con muchas preguntas pero, sobre todo, con una: ¿cuanto vale la propia vida para ese chico? ¿qué hay en su vida que valga más que conseguir esa "petición" del maestro del juego? Y me respondo que no debe haber nada; nada más importante, cuando al encontrarse con que su deseo no se ha visto atendido la única opción que le queda es la de suicidarse. ¿Nada?

Nuestro mundo de pensamiento débil y único trae estas curiosas y desastrosas consecuencias. Supongo que tras ese aparente acto final debe haber una vida trágica, aunque materialmente haya estado llena a rebosar de cosas. Una vida en la que habrá faltado algo esencial como el percibirse a uno mismo como parte de algo mayor que ilusiona y anima la propia existencia (sea lo que sea) y así descubrir los propios valores y límites, y las propias posibilidades para enfrentar retos cotidianos que nos humanizan. Habrá faltado el cálido (y a veces gélido) encuentro diario con los otros en los que ir afirmando la propia persona por el encuentro, por la complementariedad, por el camino recorrido en compañía. Habrá faltado, quizá, un momento, un instante, en el que sentirse querido y capaz de querer.

La noticia, con todo, me resulta positiva. Quizá haya una segunda oportunidad. Se puede volver a intentar. Lo que no sé es si habrá policías suficientes para todos, más adelante. Habrá que buscar otras maneras de evitarlo, desde mucho antes, sin esperar a que pasen las catorce horas, o a que se den juntas las casualidades necesarias. Habrá que construir de nuevo, un cimiento distinto sobre el que edificar la existencia personal y colectiva en este mundo.

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