La sangría continúa

Pensaba recoger la información de un nuevo fallecimiento que se produjo ayer en accidente de trabajo. Un trabajador de una empresa frigorífica -sita en la avenida de la Raza-de 62 años de edad, falleció alrededor de las 19:00 horas tras ser aplastado por una carretilla elevadora, según fuentes de la Empresa Pública de Emergencias Sanitarias (EPES). Pero al ir a recoger la noticia, me encuentro con que a ese fallecimiento, y sin tiempo para asimilarlo, hay que sumar hoy otro fallecimiento, y un herido. Un trabajador de unos 40 años ha fallecido y otro ha resultado herido grave como consecuencia de una explosión que se ha producido en un tanque de aceite de orujo, en el que estaban realizando una tareas de soldadura, de la empresa Actividades Oleícolas S. A. , del Polígono La Palmera de Dos Hermanas (Sevilla), situado junto a la N-IV. El fallecido tenía 40 años, el herido 35. En España hoy han sido cuatro los fallecidos en accidente de trabajo. Uno de ellos no tenía más que 22 años.
Cada día me convenzo más de que no es suficiente indignarse ni rezar por los fallecidos o sus familias, que también; pero a esto habrá que sumar la exigencia a los poderes públicos de que velen por un trabajo sin víctimas.
Cada día más, me convenzo de que los políticos de estas generaciones que nos ha tocado vivir tienen poco interés por la vida digna. Por la dignidad de la vida de cada día y de cada persona. Por ir dando pasos, uno tras otro, en la dirección de conseguir esa dignidad efectiva de vida para todos sin excepción. Quizá porque tienen poco interés por lo que de noble hay en la política.
Y cada día más, me convenzo de que espectáculos como el que nos ofrecieron ayer de manera tan bochornosa y lamentable nuestros diputados abordando la política antiterrorista, solo nos puede hacer esperar que lo que no resulta mediático, por mucho que en ello se esté jugando la vida cotidiana de cada persona, siga siendo objeto de escaso interés e iniciativa por su parte.
Mi duda es qué hacen las organizaciones sindicales, aparte de lamentarse como yo. Mi pena es que no hay un tejido social, -bien se ha encargado el neoliberalismo de que no lo hubiera-, capaz de responder a estas situaciones con la exigencia de una actuación decidida de los poderes públicos. Ni en este ni en otros muchos temas, y que la digna tarea del servicio público, al final, se convierte en la olla de unos cuantos indocumentados, incapaces de servir al bien común.
Algunos lectores del blog me dicen que este tema empieza a cansar (el de la siniestralidad) otros dicen que, al final, se mezclan cosas (¿que tiene que ver un accidente laboral con la dignidad con que se sirve desde la política?)
Yo me lamento de tener que insistir, y de tener que mezclar los ingredientes de esta mixtura cotidiana. Y al final, me esperanzo en que al menos, por la misericordia de Dios, los obreros muertos en el campo del trabajo y de la lucha, descansen en paz. Pero no quisiera quedarme en esto sólo.

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