Precampaña

La ley electoral establece un período previo a la celebración de cualesquiera convocatorias electorales que se denomina campaña electoral. Tiene una duración determinada, -creo que son quince días- para que las propuestas de los distintos partidos lleguen a los votantes. Pero hemos encontrado la trampa de la ley y hemos creado la precampaña, en la que sin límite de tiempo, y sin pedir expresamente el voto para la propia opción política, cada candidato expone de mil maneras distintas sus razonamientos y posturas (o debería), o se dedica a argumentar contra las del oponente, normalmente desde un interés -común a muchos- de desacreditar sin más, pero sin ofrecer mucho contenido positivo.
Viene a cuento, porque tenemos este año dos citas electorales: el referéndum del Estatuto de Autonomía para Andalucía, el 18 de febrero, y las elecciones municipales de mayo próximo. Y a mí no me salen las cuentas: los quince días del Estatuto comenzaron hace meses, y los de las municipales, se están alargando bastante (van a ser cinco meses de precampaña y campaña juntas)
Y estaría bien si los políticos dijesen lo que deben decir, y no lo que creen que la gente quiere oír, sin más, para apuntarse el voto. Estaría bien si en ese tiempo los políticos escuchasen -arcana y arcaica virtud desconocida de muchos- a los ciudadanos. Estaría bien si los paseos a pie de calle que se multiplican en estos días entre inauguraciones de obras sin acabar, o mal terminadas, o limpiezas de vacies lejanos y desconocidos, fuesen no solo flor de campaña sino quehacer cotidiano y habitual.
Entre los políticos que nos tocan en esta generación hay un déficit importante: la conciencia de ser servidores públicos y de lo público. Y el servidor, raramente ocupa primeros puestos, y raramente se enriquece. Suele estar donde los últimos, suele ir a la última (pregunta, que no moda) Y suele tener que decir cosas que no gusta escuchar y que no atraen votos, pero que son verdad. Suele ser alguien tan comprometido con la verdad, y tan honrado en el servicio, que cuando no puede serlo, deja de ser político, para que otro lo intente, o para buscar otra manera de hacerlo mejor.
Auguro una abstención alta en ambas consultas. Y me da tristeza, porque significa que el desencanto de lo político cala cada vez más en la gente, y eso deja el campo libre a las alimañas de lo público.
Quizá la campaña debiera ser obligatoriamente un ejercicio de honestidad personal y colectiva desde donde poder manifestar las posturas sinceras, posibles y reales y, también los sueños, pero sin confundirlos, y sin querer venderlos. Los sueños no se compran.

Comentarios

  1. Lo malo no es que no quieran oir verdades, sino que sus mentiras ya no ilusionan. No te preocupes, en esta Andalucía prisionera (ahora de las subvenciones, del PER y demás) siempre ganará el SOE, eso es lo que vende, dinero fácil y fomento de la economía sumergida. Es dificil percibirlo en la Andalucía urbana, pero acude a la rural

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