La boina vasca

Desde hace unos días, el periódico La Razón se entrega de modo gratuito a las parroquias. Una promoción como tantas otras. No es mi prensa preferida, pero no dejo de repasarlo y ver los titulares. Hoy, una noticia fechada en Berlín indica que un tribunal alemán ha prohibido el uso de la txapela, la boina vasca, por considerarlo un símbolo religioso, ya que quien lo usaba era una persona de fe musulmana.
Lo intento, pero no me sale más reacción que la de pensar en el escaso coeficiente intelectual de los miembros de este tribunal, al tiempo que me surgen pensamientos acerca de las diversas maneras de hacer el ridículo que hemos encontrado los seres humanos, porque ¡manda narices!
Creo que esta sociedad, postmoderna, neoliberal, pagada de su propia euforia, incapaz de ver muchas veces más allá de sus propio afán, alimentada solo por un pensamiento débil, se ha empeñado por boca de los autoencumbrados voceros de la postmodernidad en dictar -una vez más, por si cuela- la muerte de Dios. Ya no se trata de afrentar a una religión concreta, sino el hecho religioso en sí. Van contra la fe, solo porque es fe en Dios. Y, claro, el final del camino no puede ser más chusco que éste.
Cuando se carece de argumentos, cunado los análisis por sí mismos son acríticos y ahistóricos, viven el tiempo justo de expresarse, pero no pueden nunca echar raíces; se secan. Y básicamente tras el empeño por desterrar a Dios de la historia hay esta carencia. No se admite que esté, sin más. Pero no logran hacerla verdad absoluta, ni común.
La generalización con que se suele atacar a la Iglesia, no muestra sino ignorancia de su realidad. Sostener como argumentos los mismos que algunos jerarcas, o que algunos fundamentalistas, o simplemente querer que la postura de éstos sea la única de la Iglesia es querer olvidar la misma realidad, y al final solo quedan los recursos del cenutrio. Los pecados de la Iglesia son muchos, y muy concretos, tanto como los de esta sociedad, pero el absurdo solo muestra la incapacidad de algunos de mantener un diálogo fructífero y serio sobre la realidad de nuestro mundo y nuestra historia. Dentro y fuera de la Iglesia, obviamente.
Mi madre es vasca. No lleva txapela. Pero nunca en mis estancias vizcaínas he visto a nadie que usara -o solo pensara en usar- la boina vasca como un símbolo religioso. Y, en cualquier caso, que es a lo que voy, ¿y, si así fuera, qué?
Ayer celebramos la Eucaristía jubilar por los 25 años de ministerio pastoral del Cardenal Carlos Amigo en Sevilla. Mi obispo. Sería incierto decir que estoy de acuerdo con todas sus opiniones o actuaciones, pero tengo que reconocer entre sus muchos valores de los que soy testigo en estos años por mi relación personal con él, que ha sabido transitar estos caminos del diálogo y el encuentro con un convencimiento que contagia, y que sienta bases de entendimiento entre creyentes y no creyentes, que nos hacen capaces de caminar juntos para hacer de esta sociedad, algo más humano, más justo y más digno. Igual que he conocido políticos de este cariz y esta talla. Y quien quiera excluir a los creyentes de ese afán, solo por el hecho de serlo, relegándolos a oscuros conventículos, sencillamente está llamado al fracaso.
Solo ese camino común es hoy vía de vida, y sólo quien lo quiera transitar en favor de los demás tiene derecho a ser oído. Unos lo haremos sostenidos y empujados por nuestra fe en el Dios de la Vida; otros empujados por sus convicciones morales humanistas. Eso da igual.
Los otros, los voceros, los que necesitan estar siempre enfrentados a algo o a alguien, solo son címbalos que retiñen... o jueces alemanes.
Apostilla de tarde de domingo.- Me ha entrado el pánico al pensar lo que pueden decir del sombrero de ala ancha o de la barretina, pero me ha apaciguado el pensamiento de que siempre nos quedará la gorra de beisbol. Y mira que ésta gorra si que es un símbolo religioso.

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