Pura adolescencia

Hace hoy exactamente catorce años de mi ordenación sacerdotal, tal día como hoy, con la diferencia de que ese año el calor era muy superior al de hoy. O sería la chaqueta, los nervios... El caso es que el tiempo pasa rápido, y cada vez más, porque catorce años no es nada. Pura adolescencia; el comienzo de la vida. O yo por lo menos me siento así. Han sido catorce años dichosos, en la cuenta global. El saldo positivo; aunque ha habido momentos más que duros, y éxodos particulares que ha habido que recorrer y que todavía se recorren. Han sido catorce años plagados de rostros, y de algunas despedidas duras también. Hoy quedan menos amigos de los de antes, algunos ya se fueron, nos sacaron ventaja. Han aparecido personas que hace catorce años no estaban pero que han sabido hacerse su sitio a fuerza de amor. Pero hay también quienes estaban entonces y permanecen todavía. La fidelidad entrañable que no tiene precio.
Han sido tres parroquias, distintas las tres, pero insustituible cada una en mi experiencia. Han sido compañeros buenos y otros que... Y momentos de sentirme Iglesia y otros de querer otra Iglesia, pero siempre un camino de aprender a sentir con ella y en ella. Ha habido inviernitos eclesiales y otoños, pero también primaveras luminosas, (el tórrido verano nunca fue lo mío)
Ha habido días de sembrar en tierra buena y otros muchos días sentir que uno iba sembrando para los pájaros.
Ha habido risas y llantos, incomprensiones y perdones; ha habido comunión y entrega, ha habido -como en todo- sus renuncias, y militantes niños, jóvenes o adultos, que han ido acompañando cada uno de los pasos de este breve caminar. ¡Que distintos los caminos que uno puede recorrer en compañía!
Ha habido también momentos de soledad. José María decía hace catorce años que éramos solitarios en medio de la multitud. Ha habido aprendizaje de la soledad preñada, de la soledad sembrada, de soledad siempre acompañada.
Catorce años no es nada. Pura adolescencia. El comienzo de la vida. La esperanza de que todo está aún por llegar. Lo que, gracias a Dios no ha habido nunca ha sido la más mínima sensación de haberme equivocado, o el más leve pensamiento de que mi sitio era otro bien distinto. La sensación hoy es la de que queda mucho por andar, y si hemos llegado hasta aquí, es porque el horizonte nos acerca mucho más la meta. Lo que hay hoy es agradecimiento.

Comentarios

  1. "Lo que, gracias a Dios no ha habido nunca ha sido la más mínima sensación de haberme equivocado, o el más leve pensamiento de que mi sitio era otro bien distinto."

    Querido Fer: Ni la más mínima sensación, ni el más leve pensamiento. Pero no envidio tanta certidumbre, que se me antoja yerma, casi inhumana. No concibo la vida sin la vacilación y la duda, desgarradoras a veces, casi siempre fecundas.
    Quiza para entenderte tendría que vivirte y saber si el secreto consiste en transferir los temores y las dudas entre esas dos vidas que tan bien pareces conciliar. O acaso es una sola y todo lo resuelves dentro de la misma vinculación...jaja, salió la deformación profesional.

    P.D.: No sé si debí, pero ya que lo publicas...en todo caso, siempre lo puedes borrar.

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  2. Felicidades!!!!, por tener una vida que te aporta tanta seguridad, alegría, esperanza...como parece deducirse de tus palabras.
    Fíjate, hasta pareces más "joven",jeje, porque leyéndote derrochas mucho optimismo y vitalidad, claro, es que estás en plena adolescencia.
    Me estás haciendo vacilar porque no sé si "meterme a cura"...¿a lo mejor me siento igual que tú?. Te deseo que cuando cumplas la mayoría de edad y muchos años más sigas sintiendo lo mismo.

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  3. Vaya, vaya. Muriago y vecina a la vez. ¡Qué grata sorpresa!
    Por partes: La certidumbre radical (certeza sobre la raiz, sobre los cimientos en los que uno ha basado la opción fundamental de su vida)es así de consistente. San Pablo lo expresa diciendo "sé en quién he puesto mi confianza y estoy persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio" (2Tim 1, 12b, como supongo que sabéis) Por tanto la certidumbre no expresa la confianza en mis propias fuerzas, sino en saberme habitado por otra fuerza, por otro amor más grande, más fiel a mí que yo mismo. Así pues lo yermo acaba siendo fructífero; lo inhumano, misericorde, pero no por mis méritos.
    Y ello no excluye dudas ni vacilaciones, cotidianas, permanentes y persistentes sobre muchas cosas. No pretendo mostrar una pétrea e inconmovible -y entonces sí, inhumana- convicción de no equivocarme. En muchas cosas, y todos los días, que esa es la vida, pero no en la raíz. No en la experiencia fontal. Al menos, así me siento.
    Supongo que esa es la raíz de la jovialidad, vecina. De todas formas no te metas a cura, que como estás, estás bien.

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  4. Apelas a lo sobrenatural, así que no puedo seguirte. No disfruto de semejante fuente de conocimiento y experiencia. Que no creo que exista, por otro lado. Si existe, será el fundamento de tus certezas, supongo. Aunque no sé porqué me metí en esta vereda, por la que no sé transitar.
    Así que, enhorabuena por tu cumpleaños, que es por donde debía haber empezado...y terminado, acaso.

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