¿Y después de las elecciones...?

Terminado y casi olvidado el fragor electoral y con los resultados, aún provisionales, en las manos es difícil sumarse al desproporcionado contento de todos los contendientes en liza. Todos han ganado. Claro está, excepción hecha del PA, que anda recogiendo bártulos por la Casa Grande, para volver a su enésima travesía del desierto, y van... Esto es lo que tiene la esquizofrenia política de no ser de izquierdas o de derechas más que lo que dura una legislatura, para dar bandazos sin nombre.
Pero a lo que vamos. Que los demás han ganado todos: unos en concejales, otros en pactos, y otros en votos. No comparto tanta alegría. Me gusta más ser mesurado en estos temas. Las razones para la alegría cristiana no suelen estar en los políticos. Conste que creo que hay pocos servicios tan nobles como el de la política cuando se ejerce con honestidad (al cien por cien) y realmente se hace servicio. Lo que no acabo de tener del todo claro ( y quisiera equivocarme) es que éste sea el caso.
Yo creo que entre los análisis que nos han ofrecido todos los partidos y muchos medios, hay algunas conclusiones que no convendría dejar pasar desapercibidas:
1. Casi 30.000 votantes en Sevilla no tienen representación en el Ayuntamiento. Entre votos nulos, blancos, y opciones sin escaño, hay una cantidad de personas considerable, que han elegido otras opciones, pero para quienes también hay que gobernar, a las que también hay que servir.
2. Sube, lenta pero imparable, cada vez más, la opción del voto en blanco, lo que significa que el desencanto, peligroso él, cunde en el electorado. A este dato debería prestársele la debida atención, porque ignorarlo puede abrir nuevas fosas en el futuro, donde enterrar políticos y propuestas políticas.
3. Hay una abstención, que cuestiones técnicas aparte, nos debe hacer cuestionarnos no el sistema, sino el interés que despierta todo esto en la gente. Quizá es que no interesa a muchos porque tiene poco que ver con los problemas cotidianos y reales de las personas, de los vecinos.
4. Los cristianos no podemos desentendernos de lo público, y también esta situación es consecuencia de ese desentendimiento en gran medida. Hay un servicio que prestar, una presencia pública que sostener, ofreciendo aquello que es propuesta de vida y liberación para nuestro mundo, y no hacerlo, guardarlo sin más sería un grave egoísmo. Creo que hoy la Iglesia debe animar con seriedad el compromiso político de los creyentes, lo que no significa apoyar un partido concreto, sino acompañar a caminar por la vida con los criterios políticos de la fe.
5. Y visto lo visto con algunos personajillos que nos pueblan, creo que las elecciones municipales deben plantearse con listas abiertas, para que las siglas no sean paraguas de desvergüenzas. Elegir personas, concretas, con rostro e identidad, y no partidos donde cualquiera puede esconderse.
Quién sabe, quizá las próximas...

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