Pax gardénica

No cabe otra explicación más que la de que mi mirlo ha encontrado una tarifa plana de banda ancha, que le permite ser asiduo visitante de este blog, porque aunque ausente en las horas habituales de nuestros encuentros jardineros, ha debido sentirse llamado a recato tras mis últimas reflexiones, y hace unos días que el jardín se encuentra más calmado o, al menos, como lo dejo yo.

Debe ser que tiene conciencia, aunque sea mala conciencia. O, a lo mejor, es que se ha tomado las vacaciones antes que yo, y descansa plácidamente en algún otro jardín más fresco, donde el aire africano no le alcance. Si es así, le envidio.

Esta calma ha permitido que otros residentes aprovechen su ausencia para campar a sus anchas, como la familia de salamanquesas que vive aquí antes que yo, a juzgar por su oronda figura y su andar cansino. De ellas no me tengo que preocupar.

El jardín es rico en mosquitos, mariposas pequeñas, libélulas -de pequeños les llamábamos zapateros, aunque nunca he sabido por qué- y palomitas, que se cuelan en sus bocas como si fuesen conscientes también de su misión en la cadena trófica.
A ellas no les preocupan las tórtolas, ni los gorriones. Su mundo son las paredes y los techos, salvo la "matriarca", que suele pasear por el viejo tronco seco de lo que fue un pino. También ella tiene, al parecer, residencia de verano.
Va siendo hora de que yo empiece a entrenar para las vacaciones, porque a este paso estoy viendo que vuelve el mirlo y me querrá enseñar las fotos que haya hecho.


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