El camino torna


Torna y vuelve al comienzo, aunque siempre de manera distinta a como comenzó. Uno ha dejado en estos días cargas innecesarias que el trajín diario iba acumulando, y ese espacio liberado permite llenarse de otras cosas necesarias: de gente, de sitios, de experiencias, de paisajes...

San Fermín abrió la senda y corrimos el encierro, aunque a paso tranquilo y sin toros, lo que no impidió al finalizar tener que reponer fuerzas con los caldos navarros que nos han acompañado en esta travesía. Una de las riquezas de los viajes son siempre las gastronómicas, sin duda, y el peregrino sabe hacer honor a las mesas que visita.

Los hayedos umbríos han jalonado buena parte del camino. Caminar por esas sombras, donde es difícil que entre la luz por lo tupido es otra delicia reparadora e inigualable: Irati, Bertiz, Orgi, San Miguel de Aralar, Zugarramurdi, Leyre... Cada sitio es distinto y nuevo, aunque sea conocido. Por eso cada viaje es distinto, aunque sea repetido.


Igal, el pueblo de Florencia, -que ha sido nuestra hospedera y sabe cuidar el detalle de la acogida, la hospitalidad, y la amistad hasta el infinito-, tiene ese regusto de lo que se resiste a morir, y lucha por seguir siendo., al pie de las paredes de piedra que siempre parecen inalcanzables desde abajo, pero que se van dejando acariciar a medida que uno se acerca a ellas.



Muchas veces hay que saber mirar para descubrir lo que se esconde tras lo obvio y evidente, y las vacaciones generan el ambiente sereno y propicio para ello. Tantos verdes distintos, tanta gama diversa de colores, olores, y sonidos.

La vida invita a orar, a pesar del esfuerzo del camino. El camino se va convirtiendo en oración en cada paso, y se une a la de quienes lo transitan con nosotros.

El viaje siempre deja espacio para lo urbano, para la ciudad y sus gentes, que también aportan. Pero la ciudad es un paréntesis casi obligado en medio del paisaje. La búsqueda no lleva sino al solemne silencio de los bosques, y entre ellos, las paradas atraviesan las ciudades que tienen el encanto de la visita fugaz, y la belleza que da la seguridad de que se abandonará en breve para volver a la umbría: Pamplona, Gasteiz, Donosti, Bilbao... Y también las más pequeñas: Irún, Ostiz, Lekumberri, Elizondo, Zugarramurdi, Javier... Aunque de todas ellas te llevas siempre una sonrisa y un rostro amigo: María Teresa, Alfonso, Mari Carmen, Josemi, Nando, Anabel, Ana, Rosa, Yolanda, Mireia, Angelines...



Hasta los museos son distintos en vacaciones. Aunque al final uno desea volver a la calma del bosque, porque es ahí, en el fondo, donde está lo que uno viene a buscar, lo que sabe que solo encuentra en las montañas y en el silencio, tras cada paso que sube y avanza. Es ahí, ahí está. Eso es. Ahora puedo llevármelo. Aunque la calidad de las fotos del móvil no sea la mejor.















Comentarios

  1. Fernando,muy bonita la reseña de las vacaciones.
    Esto es una prueba para ver si sale.
    Un saludo.
    Floren

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  2. pues ya ves que ha salido. Bienvenida

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