Ya nada es lo mismo

Ya nada es lo mismo. El calor no es el calor de antes, la calor no se parece ni por asomo a la que uno espera haberse ganado después de un año de duro trabajo; los calores no se dejan sentir más que algún día puntual, y, a este paso, sin las calores de septiembre, nos quedaremos sin membrillos que aromaticen la casa y los armarios.
Hay una cosa que no cambia: siempre llueve en el Norte cuando yo vuelvo al Sur. Excepto, claro, los milagros del Maestro Tormenta, invocador de tormentas y lluvias, de cuya extensa biografía y muchos milagros daremos cuenta en otra ocasión.
Mi mirlo sigue sin tener nombre, pero él también ha debido sentir que este verano iba a ser más suave, pues aunque ha gozado de más amplio espacio de descanso que yo -debe ser autónomo, o simplemente rico por no tener que trabajar- ha vuelto al redil. Y es que, digan lo que digan, como se pasa el calor en casa no se pasa en ningún sitio, y más si viene escaso, como este año.
Y, de momento, viene con ánimo de descansar del descanso, porque se dedica a realizar algunos paseos pausados de reconocimiento del terreno -no en vano he doblado el espinazo, y algo ha cambiado- como valorando mi esfuerzo. Aunque yo, más bien, leo en su mirada oblicua algo así como que aún me queda tarea, y que ya veremos cómo queda cuando acabe.
Y es que haga frío o calor, no saben ustedes lo exigente que puede llegar a ser un mirlo. De todos modos, a pesar de su displicencia, yo creo que también se alegra de verme.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Feliz año nuevo, en pijama

Nunca es tarde. Reflexión de Pagola para la Cuaresma