Demandando a Dios


En EL MUNDO de hoy, figuraba una noticia que, como tantas que vienen del país de "los golpes dados en el talento" no tiene desperdicio. Es decir, hay que leerla no una sino dos veces, y despacio.

Un senador norteamericano ha presentado ante un tribunal una demanda contra Dios, por causar catástrofes en el mundo, y la demanda ha sido admitida a trámite. La altura de los legisladores del país destalentado no tiene parangón. Y la del Juez de Nebraska que la ha admitido a trámite no digamos. Pero la misma noticia lo dice: "en la justicia norteamericana todo parece posible". Dice la misma noticia que quería demostrar que cualquiera podía denunciar a cualquiera.

¿Y para demostrar eso tiene que llegar a esto? Para demostrar solo eso podía haber empezado por denunciar la violación sistemática de los derechos humanos que se practica en su país y en tantos otros. Podía haber denunciado la guerra económica que se mantiene en Irak, o la guerra que oprime al pueblo palestino, o las guerras calladas por motivos económicos en países de África. Podía haber denunciado a las farmacéuticas que hacen negocio con la pobreza de los enfermos, o con la enfermedad de los pobres. Podía haber denunciado la injusticia económica que domina las relaciones internacionales, y que domina las relaciones humanas y la misma forma de vivir. Podía haber denunciado cómo el trabajo humano ha dejado de ser principio de vida en este mundo nuestro.

Podía haber denunciado la continua frontera que se establece, con brechas cada vez mayores entre ricos y pobres, entre Norte y Sur, entre primeros mundos y quintos. Podía haber denunciado que el racismo sigue anidado en nuestros corazones, allí y aquí. Podía haber denunciado que la Iglesia no siempre está donde debe ni como debe, y que muchas veces pierde la ocasión de vivir en fidelidad a su propio ser, en medio de las campanas que aturden.

Podía haber denunciado a quienes de todo eso hacen modo y manera de vida, a costa de otras vidas. Podía haber denunciado a quien en sus manos tienen los mecanismos económicos y legales para terminar con esta situación en plazos de tiempo realmente cortos.

Pues no. No lo hace. Vamos a culpar a Dios, se dijeron... y así nosotros, exculpados, seguiremos igual. Lo que ha hecho es como si el agresor denunciara a la víctima, o el testigo culpara a la víctima. Pero no me cabe duda de que estará más ancho que pancho.

El demandado no es mi Dios. No es el Dios en el que yo creo, ni el que la Iglesia de la que formo parte anuncia cada mañana y cada tarde por los barrios de mi ciudad. Mi Dios es el que ha oído el clamor de su pueblo, el que ha visto su opresión, y ha decidido abajarse a nuestra carne para hacer de esta historia, historia de salvación, contando siempre y solo con nosotros.

Mi Dios está con la víctima. Está en la cruz.

Comentarios

  1. O en vez de demandar a Dios o a nadie podría empezar a trabajar por un mundo mejor y más justo. Pero está visto es más fácil dmandar que trabajar

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  2. El problema que tiene Dios ahora es que tendrá que hablar con el Diablo si quiere contratar a un abogado xD

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