Manos a la obra

Ya está. Terminaron los ejercicios y con ellos las vacaciones salvo los días sueltos que vayamos pudiendo aprovechar hasta el próximo verano. Ahora, de golpe, se viene encima todo lo que ha quedado aparcado durante estos meses de distinta actividad. Hay que empezar a recuperar la agilidad del funambulista para cuadrar agendas, reuniones, viajes, compromisos, tareas... Hay que hacerlo de modo que encajen todas las piezas: el tiempo de orar, el de trabajar, el de descansar, el de escuchar y acoger, el de acompañar, el de la amistad, el de celebrar, el de denunciar y anunciar. Hay que recomponer las piezas para que los próximos meses sean un avance -pequeño o grande- en el camino, pero que no sean quedarse parados sin moverse. Un peregrino solo descansa cuando llega a la meta, y de camino solo se detiene para reponer fuerzas.
El mes ha comenzado con sucesión de noticias y acontecimientos: los accidentes laborales se han multiplicado en las últimas semanas, sin tregua ¡Cuándo cesará esta sangría! Miguel, compañero, ha muerto en Brasil, en accidente de tráfico. Tenía solo un año más que yo. Ayer sábado el equipo de la HOAC tuvo su primer encuentro, durante todo el día. Hoy se ordenan nuevos sacerdotes y diáconos. Chema prepara su partida a la nueva parroquia, y los que nos quedamos tendremos que recomponer su espacio. Por la parroquia van apareciendo, de nuevo, los rostros perdidos del verano, y van dejando su regalo de fuerza e ilusión para retomar la tarea. Unos no podrán seguir por su trabajo, otros se reincorporarán, algunos se sumarán en marcha a esta tarea cotidiana, y habrá quien se estrene -o retome antiguas dedicaciones- en esto de mostrar a otros que, si hay algo que tiene sentido es tomarse de la mano de Cristo, y seguir sus pasos.
Calzados, pues, echamos a andar: primero, un pie; luego, el otro...

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