Domingo 28 t.o.

En presencia de Dios, haciendo silencio en tu vida, dispónte a escuchar su Palabra, Acógela en medio de la vida de esta semana, rodeada de los rostros de los miembros de tu equipo, de los de los compañeros y compañeras de trabajo, de los vecinos del barrio. Escucha esta palabra sembrado en sus vidas:

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17, 11-19
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
-- Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Al verlos, les dijo: -- Id a presentaros a los sacerdotes.
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:
-- ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?
Y le dijo: -- Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

¿Y la tuya? ¿Tu fe es de la que salva?
Espera antes de contestar, no lo tengas tan claro, porque solo salva, si seguimos el texto, aquella fe que es capaz de convertirse en acción de gracias. Creer es agradecer. Es reconocer en nuestra vida la presencia y la acción salvadora de Dios, y desde el agradecimiento por sentirme agraciado –lleno de la gracia- replantear mi vida y mi camino. En el fondo esa es la experiencia original de la fe. Me quiere; Dios me quiere, y es su amor –su compasión- la que me cura de mí mismo y me pone de nuevo en camino, y me abre la posibilidad de vida, y me hace vivir en continua acción de gracias. ¡Cuánto recibo de Dios! ¡Cuánto tengo que agradecer cada día! Solo vivir en esa conciencia nos hace capaces de agradecimiento. Si no, creeremos que tenemos derecho a todo, por encima incluso de los otros.
Solo el agradecimiento de la fe nos hace capaces de reconocer que lo que recibimos gratis, del mismo modo hemos de darlo a otros. Solo quien vive la experiencia del samaritano, será capaz de tener la misma compasión de Dios y abrir caminos a la vida agradecida en los otros. Nuestro mundo, nuestros compañeros de trabajo, el mundo obrero, necesita hombres y mujeres agradecidos, capaces de compadecerse.

GRACIAS, SEÑOR
Por devolvernos la salud
Por llevarnos a Ti
Por conducirnos hasta Dios
Por traernos la fuerza del Espíritu
GRACIAS, SEÑOR
Por la fe de nuestros padres
Por la Eucaristía que es Acción de Gracias
Por los caminos sembrados de tus huellas
Por este día cargado de tu Palabra
GRACIAS, SEÑOR
Por abrir nuestros ojos a la verdad
Por dirigir nuestros oídos a tu Palabra
Por movilizar nuestras manos y nuestros pies
Por acogernos a pesar de nuestras limitaciones
GRACIAS, SEÑOR
Por la Iglesia que es nuestra Madre
Por la oración que es el teléfono con el que nos comunicamos contigo
Por tu pan y tu vino que es tu Cuerpo y tu Sangre
Por este encuentro que nos da vida cada domingo
GRACIAS, SEÑOR

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