Donde dije digo...


Lo malo de los resfriados otoñales, cuasi griposos, a pesar de las vacunas puestas en tiempo y forma es que te dejan hecho unos zorros, sin cuerpo para nada, sorbiendo moquillo con fruición, y acudiendo a descongestionantes y antiinflamatorios que alivien los días que -sin otro remedio- hay que pasar convertido en piltrafa. A mí que, además, soy de naso prominente, hay pocas cosas que me regalen una imagen más lamentable y lastimera, pues se engola el habla cuando hay que hacerlo al mismo tiempo que se intenta respirar por la boca, y se debe emitir un apagado sollozo simultáneo, adobado con cierta carraspera. El resultado es, desde luego, poco fotogénico. No está uno para muchas andanzas.

Lo bueno que tienen es que embutido en pijama y pañuelo y quedando pocas cosas que hacer, uno navega desde el lecho, distraidamente, por la red, para dar con las expresiones de lo que uno lleva días cavilando, si no meses, pero no ha querido poner en negro sobre blanco. Que lo digan otros supone que se evita -espero- la maledicencia de creer que uno solo ve los desatinos y solo desatinos de un lado. Pero haberlos haylos en los cuatro puntos cardinales.

La precampaña electoral ha vuelto a las andadas (Snif) y nos desayunamos un día con propuestas que los mismos voceros de su afán desautorizan antes de pasadas venticuatro horas. Pasa en lo local, donde hoy lo pone de manifiesto el Diario de Sevilla con el equipo de gobierno municipal, suponiendo que esto empieza a parecer más estrategia que otra cosa. O falta de ella, que también puede ser.

Pero pasa también en lo nacional, porque ahí está el numerito de Rajoy, su primo, lo científico, el cambio climático, y las declaraciones de Esperanza Aguirre; de ambos las de ayer, y las de hoy, que pueden verse en cualquier medio. La tónica es donde dije digo, digo Diego.

Por mí como si se dedican a leer el Quijote hacia atrás, pero huelo un trasunto de convicción, en esa manera de actuar, de unos y otros, de que todo vale, porque los oyentes somos tontos. Y eso me mosquea bastante. Y un mosqueo así estando ya uno para pocas historias con el catarro, no es muy aconsejable, porque se tiende a magnificar aquel.

Lo peor es que esto no ha hecho más que empezar. Así que aguantaremos que, por criticar lo que no nos parece de recibo, se nos tilde de catetos por quienes profesan la fe gobernante, o la herejía opositora, que al final solo los collares diferencian a los perros. Pero exijo cierto respeto de estos políticos que tenemos, al menos mientras me dure el resfrío.

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