Que me quede como estoy


Hoy la prensa local trae una noticia que cuenta en tono preocupante, según la cual Sevilla podría perder el cuarto puesto poblacional, en beneficio de Alicante. Y cuando la he leído debo confesar que he pensado: ¡ojalá!. Y ojalá perdiéramos el quinto y el sexto.Me conformo con el séptimo puesto, convencido de que esta ciudad ha perdido con el megacrecimiento y el área metropolitana mucho más de lo que cualquier beneficio puede justificar. Y estoy convencido de que de seguir la tendencia creciente perderemos mucho más en calidad de vida. Siempre he estado convencido de que las grandes ciudades tienen bastante de inhumanas, de anónimas, de individualistas e insolidarias. Soporto Madrid en estancias cortas, pero juro que jamás me iría a vivir allí de manera permanente. Barcelona está aún más lejos de esa posibilidad. Y esta ciudad va tomando esos rasgos de manera llamativa. No me resulta humana ni habitable una ciudad plagada de desconocidos y desconfiados,en la que has de añadir una hora cada día a la jornada laboral para llegar con un retraso razonable, y otra para volver a comer, a horas impropias. No me resulta atrayente una ciudad en la que nadie importa a nadie porque el anonimato y la distancia se ha convertido en la norma de relación social. No me gusta una ciudad que no puedes abarcar con el tiempo, con el espacio, y con el sentimiento.No me gustan las ciudades que desdibujan sus límites en las zonas metropolitanas y llega un momento en que no sabes si entras o sales ni si estás o estuviste.

Me gustan las ciudades pequeñas, o razonablemente medidas, y esas son no las que se recorren en medios de transporte durante horas largas, sino las que permiten pasearlas mientras te encuentras con conocidos y gente que no se esconde de los otros. Sevilla está dejando de ser así. Y lo que ofrece a cambio, cada vez compensa menos. Encuentras mucho de ello con menor costo humano en otras ciudades.

Todas las tardes en la puerta de la parroquia un grupo de adolescentes venidos a más (con coche y mega-super-altavoces) pasan el rato ruidoso, mientras consumen a la luz del día la droga que toque, rodeados de menores que aprenden a marchas forzadas. En la prensa estos días han aparecido noticias sobre los controles de drogas a conductores. No tienen que ir muy lejos. Yo les saco unas sillas a los agentes de la autoridad para que no se cansen, y puedan comprobar cómo cotidianamente la mezcla droga-coche se produce sin cortapisas frente a la parroquia, junto a la avenida y a la autovía del aeropuerto y la SE-30. Es un rasgo más de ese rostro urbano donde cada vez hay menos espacio para lo humano. Y donde pueden ustedes (hay sillas para todos) comprobar como a muchos no les importa nadie, ni ellos mismos.

Así que si bajamos en la liga de poblaciones, que sea para bien. Y si no, que me quede como estoy.

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