Que tu reino sea un hecho...

Aquí estoy Señor, esta mañana, con los periódicos atrasados y con las Lecturas del domingo. La cosa, últimamente, parece que va de reyes: que si el rey ha dicho, que si le han dicho al rey; que si el rey hizo bien, que si hizo mal; que si al rey le pasa... Parece que hemos recuperado la conciencia de que somos una monarquía parlamentaria, y parece que hemos de salir en defensa del rey, que ha salido en defensa de la dignidad patria. Otros piensan justo todo lo contrario. Y es que los reyes y los reinos no son lo que eran. Con respeto y todo, pero gracias a Dios, no son lo que eran. Dios, en cambio, sigue siendo el que era.

Resulta casual que todo ese follón esté tan cerca de este último domingo del tiempo ordinario en que los cristianos celebramos la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Los cristianos somos monárquicos, pero no a la usanza, sino monárquicos del Reino de Dios. Nuestro rey, se nos muestra este domingo en el trono, coronado, victorioso: clavado en la cruz, coronado de espinas, objeto de burlas, despreciado.

Vuelve la vista a la tierra, a tu barrio, a tu lugar de trabajo, a los rostros de los que te cruzas cada día cuando vas en el autobús, o a los de aquellos con los que haces cola cada mañana al comprar en la tienda. Mira a los inmigrantes a los que no te atreves a mirar. Míralos despacio: y verás que muchos son también crucificados, coronados de espinas y despreciados. Ahí esta tu Dios y tu rey.


Lee despacio el Evangelio de este domingo.
¡Oh sorpresa! ¡Vaya un rey! ¿En esa debilidad? ¿En esa impotencia? ¿En ese fracaso?. Sí, mira más allá. Contemplar no es quedarnos en la mera escena, sino trascenderla, y descubrir lo que hay debajo. Alguien que ha dejado todo lo suyo, para que lo todo suyo, sea solo Dios. Y así, en esa debilidad, Dios se hace fuerte, y la Vida triunfa sobre la muerte, el mal sobre el bien, la justicia sobre la injusticia, la fraternidad sobre el individualismo, el hijo de Dios sobre todas las cosas. "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino" Pero para yo poder decirlo, tengo que recorrer ese mismo camino, y estar ahí, en la cruz, con el crucificado. Pidiendo que "venga el Reino" de paz y justicia, de amor y verdad. Y haciendo que sea posible cada día.

"Venga a nosotros tu Reino"Y ahora vuelve, de nuevo la mirada a la vida. Y arrodíllate, ante Dios, o ante la miseria humana. Todo lo demás, es idolatría. Y construye el Reino de cada día, donde el Pan sea nuestro, donde Dios sea Padre.
Y ora al Padre:
Señor Jesús: Que tu Reino sea un hecho en las fábricas, en las minas, en los campos, en la mar, en las escuelas, en los despachos y en nuestras casas.

Comentarios

  1. En la larga historia de nuestra Iglesia no ha dejado nunca de existir el martirio como semilla de nuevos cristianos en las misiones de los cinco continentes,creemos en la Fé sin ella no somos nadie,Y siempre seremos perseguidos por el Mal.

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