¡Dios mío, la precampaña!


Otra vez, aquí estamos atrapados sin remedio. Si queremos conservar la normalidad tendremos que dejar de oír la radio y de ver la televisión para que no nos llenemos de las absurdas zafiedades y de las patrañas lenguaraces con que nos van a regalar los políticos de todo cuño en estos días de más, que saltándose la normativa electoral, que fija un período de campaña electoral claro, han venido en denominar precampaña, y en el que la diferencia exclusiva es que no van a decir "vóteme usted" porque eso solo lo pueden hacer en campaña. ¿Cual es la diferencia? No la hay en el fondo. Nos someterán, inmisericordes al runrún de las mentiras, las medias verdades y las falsas promesas. Aguantaremos el tipo hasta que llegue una generación que descubra que las campañas y las precampañas solo pueden basarse en hechos, los de unos y los de otros, y nos libren de esta dura prueba.

Pero ya metidos, donde las dan las toman. Me llama poderosamente la atención el miedo que le ha entrado al PSOE con el comunicado de los obispos del sur de cara a las elecciones. Algo que los obispos han hecho en todas y cada una de las convocatorias electorales desde el año 1977, a mi juicio siempre dentro del más exquisito respeto a la libertad de conciencia de los votantes, y sin manifestar nunca algo que, por otra parte, no pueden ni deben, que sería decir que se vote a un partido concreto.

Me llama la atención que se fijen en dos puntos solos, en los que se sienten aludidos, cuando deberían sentirse, honradamente, aludidos en todo, pues han sido ellos quienes han desempeñado la responsabilidad de gobierno en los últimos cuatro años. Me llama la atención que hasta la Consejera de Salud, María Jesús, a la que conozco desde nuestra más tierna juventud, metida entonces como yo en los quehaceres de la Iglesia, en la que siguió -que yo sepa- hasta que la tocó el dedo del poder, haya salido en tromba para rebatir con argumentos de poca hondura la licitud del comunicado.

Basta con repasar los diversos comunicados de todos estos años para descubrir que los obispos dicen pocas cosas distintas. Si acaso en éste es más clara la alusión a la crisis económica, a la inmigración, a la justicia y a la solidaridad que en otros. Algo parece que avanzamos, aunque sea tan despacio.

Para liberar de malos pensamientos a las conciencias de los lectores les voy a desvelar un secreto. No voto al PSOE, ni he votado nunca al PP, ni desde luego voy a votar a IU, que ya solo le falta pedir que voten los alumnos de primaria para ver si siguen en su línea. Mi voto es mío, ni siquiera de mi obispo, que seguro que no vota lo que yo. Así que me sentiré con la más absoluta libertad de decir lo que me parezca de las distintas ofertas electorales. Entre otras cosas porque para eso me dan la matraca con la precampaña y la campaña, para eso. Y si no les gusta lo que digo, tienen una solución: no hagan campaña, fíense de lo que ya sabemos.

A fin de cuentas yo me tengo que aguantar cada cuatro años con descubrir qué poco vale una promesa en campaña, y cómo la conquista del poder acaba poniéndose por encima de las personas. Pues, eso.

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