Cuaresma sevillana
Al final tendré que darle la razón a algún amigo que critica con saña las manifestaciones cuaresmales de esta ciudad, envueltas en un halo de folclore, ostentación, figureo, y mercadotecnia turística, pero alejado de todo lo que huela a Evangelio. La culpa es nuestra. De la Iglesia, incapaz de poner criterio evangélico en muchas de la hermandades existentes después de habérseles consentido llegar a ser lo que son, y -a lo que se va viendo- incapaz de que nuevas agrupaciones que van surgiendo lo hagan dentro de unos criterios de necesidad pastoral real. ¿Qué sentido tiene hoy constituir nuevas hermandades con personas absolutamente alejadas de la fe y de la Iglesia? ¿Qué sentido incrementar una manifestación turística con personas y actividades separadas de lo más propio del ser cristiano? Ninguno. ¿Por qué no se es absolutamente exigente en esos aspectos? No encuentro razón pastoral que lo avale. Salvo el que quizá es lo más fácil, y no sabemos o no queremos hacer otras cosas, más propias de la identidad cristiana, y más necesarias para los pobres.
Pero aún más extraña es la postura del Ayuntamiento en estos temas, subvencionando grupos cuya única finalidad es sacar en procesión imágenes -algunas de dudoso valor artístico- al margen de la vida de la Iglesia, nacidos de intereses muchas veces contrapuestos al Evangelio, simplemente por interés electoral, o por oportunismo, o por una concepción del servicio público que nada tiene que ver con el bien común y el desarrollo de las personas.
Hace unos años, unas parroquias de la ciudad solicitaron al Ayuntamiento un autobús para llevar a los niños del barrio con los que se trabajaba durante todo el año en múltiples actividades religiosas y sociales, de integración y educativas, a un campamento de verano. La respuesta fue negativa argumentando que no tenían dinero, las cuarenta mil pesetas que podía costar el viaje. Ese mismo año lo hubo para uno de estos grupos que nada tenía que ver con la Iglesia, y cuya actividad no aportó nada positivo al barrio, salvo un ratito de espectáculo. Cada año se gastan más en estos grupos que nada tienen que ver con la Iglesia, suscitando luego problemas que, de no ser por su ayuda, no existirían en muchos casos.
Identificar "identidad de barrio" hoy, en esta sociedad secularizada, con la existencia de una hermandad es un argumento absolutamente falaz, y traicionero, en el que terminan cayendo no solo los de cortas luces, sino también la misma Iglesia. No solo creo que no son necesarias más hermandades en nuestra ciudad. Creo, incluso, que habría que empezar a pensar en fusionar algunas, en ponerles las peras a cuarto a otras, y dedicar los verdaderos esfuerzos en reconocer que por ahí no debemos caminar, atreviéndonos a recorrer caminos que aún están por desbrozar en esta diócesis.
El futuro de la Iglesia en Sevilla no pasa por las hermandades; ni el del Evangelio, cada vez estoy más convencido de ello.
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