Daños colaterales

Me cuenta un amigo que utilizó una entrada de este blog como elemento de diálogo y debate en un grupo de padres de su parroquia que él acompaña. Me cuenta que el resultado ha sido, cuando menos, para él, sorprendente, porque en lugar de producirse un diálogo abierto y sincero sobre lo que cada uno pensaba, hubo una reacción más o menos airada que, encabezada por el párroco, y bajo el lema de que se estaba mezclando religión y política, ha tenido como consecuencia la disolución del grupo allí mismo, después de bastante tiempo. Jamás pensé que mis reflexiones produjesen esos daños colaterales.
Mi amigo me lo contaba entre sorprendido y entristecido, porque nunca fue ese el final que él pretendía y, mucho menos, el que esperaba al proponer aquel elemento de diálogo. Yo que conozco a mi amigo, comparto su decepción, porque aseguro y fío su buena intención.
Pero, por otra parte, me lo comentaba casi aliviado, como si el final inesperado hubiese servido para desenmascarar y sacar a la luz lo escondido, y para poner las cosas claras; es decir, para poner de manifiesto qué poco claras habían estado hasta entonces y cómo somos capaces de hacer la ficción de que compartimos, cuando no es verdad.
Me surge la reflexión de que mi amigo va viviendo en esta cuaresma algo de lo que vivieron los profetas que intentaban despertar al pueblo de su letargo y volverlo hacia Dios. Y eso se pagaba en Israel, y se sigue pagando hoy. Seguramente si en lugar de eso hubiese propuesto hacer una procesión de desagravio por las persecuciones que sufre la Iglesia, hubiese encontrado más acogida y sería tenido en mejor consideración.
Pero yo nunca he adivinado por qué la persecución, bienaventuranza que pronuncia Jesucristo, cuando se produce por causa del Evangelio, debe ser algo que nos tenga que mover a las quejas lastimeras y a clamar desagravios en nombre de Dios. La persecución por mi causa, dice Jesús, es causa de alegría, y es condición del creyente que con sinceridad quiere ser seguidor de Jesús. No lapidarán a mi amigo ni lo despeñarán, pero su "fama" habrá quedado tocada, y murmurarán de él los bienpensantes que se han escandalizado tanto como para rasgarse las vestiduras y sacrificar la comunión del compartir -también las ideas distintas- y de hacer unidad de lo diverso. Hay gente que sigue pagando diezmos del comino y la menta, pero no han aprendido mucho del Evangelio. Seguro que cuando pasan al lado del que está tirado en la cuneta llevan prisa.
Finalmente, decía Desmond Tutú que cada vez le costaba más entender qué evangelio leen quienes dicen que no se debe mezclar religión y política. A mí también. Otro tema será lo que entendamos por cada cosa, y la mezcla que hagamos.
Apostilla final: nunca me lo hubiera esperado de los hijos de Don Bosco.

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