Crisis de verdad

Ya es innegable. Confirmada. La crisis económica es real. No porque la burbuja inmobiliaria haya reventado de golpe y muchas constructoras hayan solicitado declaración de concurso de acreedores, o porque el mercado inmobiliario se vaya desplomando, o porque el paro aumente mes a mes, o la inflación suba de modo constante cada mes, o porque se vaya notando en la disminución de hipotecas... No, no. El dato revelador acaba de ser dado a conocer: cae la venta de móviles en Europa por vez primera desde 2001.
Lo que traducido significa que mucha gente ha despertado bruscamente y se ha dado cuenta de que hay necesidades y "necesidades". Y que esta espiral de producción-consumo no genera bienestar, estabilidad, ni -por supuesto- felicidad, y que cuando aprietan y vienen mal dadas hay que empezar a discriminar entre las necesidades reales y las que son superfluas.
Móviles al margen, la constatación viene siendo muy anterior en la Cáritas de mi parroquia, donde hace meses que los jueves se convierten en un interminable y creciente goteo de personas y familias enteras en situaciones cada vez más extremas de necesidad. Antes de la profecía de los móviles se había pronunciado otra: la del paro, la de no llegar a fin de mes, la del empleo precario, la de la exclusión. Pero eso, por lo visto, eran avisos no preocupantes, y se podían hacer oídos sordos; total, lo que estaba en juego solo era la vida de personas. Lo de los móviles parece que sí es para tentarse la ropa. ¡Vaya por Dios!

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