Mañanas de sábado


Las mañanas de sábado en Sevilla siempre han tenido un sabor especial para mí. Yo soy de los que aprovecha esas mañanas cuando se relajan los quehaceres para "ir a Sevilla", y disfrutar de lo que ofrece. Antes en coche, y ahora en bicicleta, hay que llegar a temprana hora, porque la brisa que recorre la Avenida (siempre ha sido la avenida, sin apellido) tiene un aroma especial a esas horas. El ritual, que también en esto lo hay aunque siempre abierto a innovaciones espontáneas, incluye el café cortado, la compra y lectura del periódico, la parsimonia en el paseo carente de destino y de prisa, pero nunca errático. Se adereza con alguna compra menor, la visita a Rafa en el estanco, o a Manuel en la peluquería, a Antonio (el Muñoz) cuando hay que comprar algún enchufe o bombilla... y con las actividades del tiempo: ora la feria del libro, ora los ediles mostrándose, ora el montaje de arquitecturas efímeras, o -durante bastante tiempo- el derroche y sinrazón de la obra del metrocentro. Suele estar siempre enmarcada en los quicios de la librería, donde el reposo permite hojear libros y comprar alguno, y con los encuentros -no hay sábado que falte- con amigos y conocidos. La Avenida tiene sus partes bien diferenciadas; cada trozo tiene una función y se recorre a ritmos distintos, y se hacen cosas distintas. Eso es algo que se aprende con la edad.

La Avenida es el paseo de este pueblo. Y aunque manifiestamente mejorable y desde luego a mejor precio, no duelen prendas en reconocer que lo que le hacía falta era peatonalizarla y eso ha sido obra de un Consistorio que lo ha hecho, pese a que tiene más sombras que luces. Esta es una luz.
No hay espacio mejor en esta ciudad que el que camino que lleva de la Puerta Real a la Alameda, o viceversa. No lo hubo antes, y no lo habrá después. Porque es el espacio del encuentro y del anonimato, de la tranquilidad y de la pausa, de la conversación pausada o del saludo al vuelo, del tiempo sin fin, del tiempo y el espacio propios.

Comentarios

  1. Ya verás como con el tiempo te acaba gustando también el tranvía.

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