desde el sillón

La experiencia de la enfermedad y la postración es polivalente, casi polisémica. Existe la conciencia de debilidad, de pobreza, de necesidad, que provoca el tener que convivir estos días con el dolor, con la merma de facultades físicas, con la conciencia inmediata de la finitud y la limitación a que uno se ve sometido. No vale uno para lo que valía, al menos sin ayuda. Pero esto es algo pasajero que desaparecerá en casi su totalidad con el tiempo y la medicación. Dejará, posiblemente, secuelas; unas buenas y otras no tanto. Pero pasará a ser un episodio con comienzo y con final, que recordar.
Junto a ella, la experiencia de la soledad, de la impotencia, de la prescindibilidad. Las horas se eternizan, el sillón o la cama o el sofá se transmutan en la prolongación de mis extremidades y envuelven mis mañanas y mis tardes dificultando mi normal desenvolvimiento, hasta un punto en que solo estamos yo y mi circunstancia dolorida, y tras ella, a veces visible con dificultad, la presencia de Dios.
Las horas traen largos ratos de lectura, de descanso, algunos momentos de desesperación, otros de resignación y largos ratos de oración.
Y la experiencia de la enfermedad está llena también de rostros y voces. Los de quienes llaman en una cadencia y ritmo acompasado, que parece que hubieran sorteado los turnos. Los de quienes hacen visible su cercanía mediante la visita, incluso mediante el servicio de atender mi cocina, o las necesidades puntuales que correspondan al rato de su estancia, o las compras... Las de quienes se acercan por casa después de la misa, o de la reunión, para ver cómo estoy, o si necesito algo, o si me falta, o si quiero...
Al final todo eso se condensa en la experiencia de la gratitud y de la gratuidad. Nos volvemos más débiles y dependientes, pero para encontrar que no somos imprescindibles, y que podemos y debemos agradecer muchas pequeñas cosas y grandes servicios cada día. Y que hay cosas verdaderamente importantes y otras que realmente no lo son. Aprendemos a discernir el don de quienes tenemos cerca en estos momentos.

Comentarios

  1. ¿Recuerdas un grupo de chavales a los que,hace ya 20 años, hablabas de Jesús, de la vida, del amor y ayudabas a crecer con tu ejemplo, entrega y paciencia?
    Nosotros, después de tantos años, el trabajo, la paternidad, aún te recordamos cariñosamente a ti; soy Isaac de Alcalá del Rió, llevo dias buscándote.
    Te adjunto un mail de contacto enviame tu nº y hablamos.

    Abrazos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama