¿Qué hemos ganado y quién ha ganado?


Las elecciones norteamericanas se suelen vivir en este país como si fueran las propias, convencidos de que su resultado tiene un efecto directo e inmediato sobre nuestra vida cotidiana, lo cual, a mí, me parece una soberana tontería. Quiero decir que, las gane uno u otro, la vida sigue igual. Aunque quizá es consecuencia de esa sumisión al Imperio en todos los ámbitos de la vida.

Es cierto que, a la vista de la historia reciente, en algunos aspectos es mejor encontrarse un presidente demócrata que uno republicano en la Casa Blanca. Es verdad que estas elecciones no son como tantas, pues los orígenes, la raza, el color de piel, del vencedor, son elementos que aportan -necesariamente- un plus de novedad e incertidumbre, y hasta de esperanza en que hay cosas que pueden ser de otro modo. Pero no nos engañemos en exceso; de fronteras afuera, yo creo que poco se notará el cambio sobre todo, porque sigue habiendo poderes mayores interesados en que las cosas cambien lo suficiente como para que sus beneficios sigan estando asegurados. Los pobres del mundo no pueden poner su esperanza en Obama. Los parados que cada día surgen en mi barrio, las mujeres que tienen que encadenar infraempleos para sacar adelante sus familias, quienes se encuentran en la continua rueda de la precariedad, quienes enfrentan la vida con pensiones mensuales de 300 euros, quienes llevan meses esperando una pensión no contributiva, o el salario social, no van a ver cumplidos sus sueños y esperanzas gracias a Obama. No es el salvador. Ni lo es Chaves, ni Zapatero tampoco... a la vista está.

El chiste de Forges en el País de hoy, lo expresa mucho mejor. Quienes ganan son los de siempre, los que cuando pierden no pierden, porque ya nos tienen a los demás para soportar sus pérdidas.

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