Sin norte

Hace tiempo que vivo el convencimiento de que esta sociedad nuestra del primer mundo, y más concretamente la sociedad española ha perdido, si es que alguna vez lo tuvo, el norte de la vida, y entre los muchos ejemplos y hechos significativos que demuestran mi aseveración de forma inequívoca e irrefutable, hay dos especialmente llamativos: Uno la nueva campaña sobre el uso del preservativo que es un reconocimiento en toda regla de un fracaso educativo de casi dos décadas, y de que años de "tolerancia" no han traído mejor educación sexual, sino menos cabeza a la hora de plantearse las relaciones sexuales. La nueva campaña viene exigida por el alarmante número de embarazos no deseados entre las jóvenes. O, lo que es lo mismo, por la carencia de criterio respecto de las relaciones sexuales. La educación, en su amplio sentido, ha brillado por su ausencia en una sociedad que -como en tantas otras cosas- ha hecho dejación de responsabilidades y olvido de valores.
Muestra de lo mismo y de que vivimos en el reino de la opinión; esto es, en el de la locuaz estupidez dicha sin más, con ánimo de sentar cátedra, llevando a norma lo absurdo, es la reciente sentencia que ha condenado a una madre por dar un bofetón a su hijo.Me remito a las múltiples declaraciones que pueblan los medios, de unos y otros implicados, para llegar a la misma conclusión: esta sociedad nuestra no tiene norte, no tiene término medio, carece de criterio, vive de la última opinión, y es incapaz de corregir sus propios errores, pues carece socialmente de la capacidad de reconocerlos, desconoce el sentido común. Miedo me dan los posmodernos de la opinión, igual que me lo dan los jueces posmodernos, o quienes tienen en sus manos la responsabilidad posmoderna del sistema educativo. No es así, no es así...
Lo preocupante es que exportamos judicatura fresca: en Italia un "juez" ha condenado a un padre a hacerse cargo de los gastos del móvil de su hijo.

Comentarios

  1. Al hilo de la noticia de la condena de esa madre mantuve una conversación con mis hijos, que ya sabes que tienen 18 y 17 años, para saber lo que opinaban.
    ¡Menos mal! me dije cuando escuché sus opiniones. Menos mal, digo, porque podía esperar que interpretaran como justa la sentencia del juez, o al menos razonable, y me tranquilicé porque opinaban que ven ridícula e injusta la condena a la que se ve sometida la madre, opinión compartida con sus amigos, lo que significa que el sentido común existe entre los adolescentes, y no por entender que el castigo es lo normal.
    Mis hijos no han perdido el norte

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  2. Fer, no sé si estoy mal informada, pero una cosa es un cachete y otra golpear a un hijo la cara contra un lavabo y partirle la nariz. Con los hijos hay que tener paciencia, aunque esa no sea una virtud que destaque en tu personalidad, y tener sentido de la medida también. Ahhh, y no pagar con los hijos otro tipo de frustraciones, no?

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  3. Charito, fue una bofetada, y eso ha quedado acreditado. Con consecuencias un poco exageradas (preterintencionales, se decía cuando estudíábamos Derecho Penal), es decir, no queridas. Pero más exagerado es hasta donde ha llegado un hecho aislado. Y la paciencia está para sobrepasarse, como queda demostrado en la vida de todos. En este caso creo que se han sobrepasado no la paciencia de la madre, sino los límites del sentido común. Otra cosa -y eso se distingue- es el maltrato, el continuo pegar, por todo, sin medida, sin razón... por supuesto.

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