Religión y política

Ha pedido la ministra de Igualdad que no se mezclen religión y política. Petición que no es neutral de por sí y que me trae a la memoria otros momentos no tan lejanos de la historia. Es curioso que desde los finales de los años 50, ese no mezclar religión y política, dicho así, con las palabras de la ministra, era consigna aristocrática, jerárquica, oligárquica, capitalista y derechosa. Lo bueno en este país era ser "apolítico", porque lo político era cosa de izquierdas, y era algo malo, como si pretender ser apolítico no fuera ya una postura política. La expresión hay que matizarla, porque según lo que se quiera decir estaremos de acuerdo o no. Es decir, si lo que se quiere mezclando religión y política es teocratizar el poder, no estaremos de acuerdo; si lo que se quiere es instaurar un régimen confesional, no estaremos de acuerdo; si lo que se quiere es simplemente volver a hacernos apolíticos tontos, entonces tampoco estaremos de acuerdo, porque es contrario a la naturaleza del ser humano vivir de espaldas a la realidad social en la que se desenvuelve la vida, y por eso ser "apolítico" es cercenar la propia existencia plena de los seres humanos. Eso reclamaba la derecha de otra época, incluso la Iglesia también.
A la ministra, o al partido de la ministra, se le olvida otra manera de mezclar religión y política, que responde a la evangélica bienaventuranza del trabajo por la justicia, y que dio otros frutos en este país, animando el nacimiento de sindicatos, sosteniendo las luchas contra la dictadura, invitando a crear conciencia social, y a arropar el nacimiento de una democracia en la que la Iglesia se empeñó con rostros concretos a lo largo de muchos años, haciendo presencia en lugares sin la cual, las luchas vecinales no hubieran sido posible, y las condiciones de vida muy distintas.
Si mezclando religión y política -como dice ella- lo que queremos es no vivir de espaldas a la realidad, implicarnos en la construcción colectiva del presente y del futuro, hacer posible unas relaciones sociales más humanas, más justas; crear mejores condiciones de vida y de trabajo, entonces resulta que no hay más remedio que mezclar religión y política.
Dice Desmond Tutú que no sabe que Biblia leen quienes dicen que no hay que mezclar religión y política, porque toda la Historia de la Salvación es precisamente la narración de una historia en la que Dios se compromete a favor de la justicia, de los pobres, de la solidaridad, de la dignidad de la vida humana y de la Vida de las personas. Yo creo que la ministra no ha leído la Biblia.

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