de la villa y corte


En Madrid, como puede apreciar quien venga y vea, hay dos tipos de vecinos: los tristes y los risueños. Los tristes van en metro, bajo tierra. Se diría que de no ver la luz del sol más que en los pequeños trayectos en superficie para ir de una estación a otra, entristecen. Terminan haciéndose cetrinos, tristes y suburbanos, enfrascados en un libro, o con la mirada perdida. Se atornillan al asiento del metro, o a la barra del vagón y no se mueven hasta que detectan su estación.

Los de arriba, los de paseo, autobús, sol y aire, tienen otra mirada, otra atención a las cosas. Otra sonrisa. No leen libros, sino que miran y observan a través de los cristales. Se fijan en la gente que tienen al lado, y hasta les ceden el sitio en el autobús.

Madrid tiene una prisa y una calma propias. Depende de lo que uno esté haciendo en ese momento para dejarse imbuir por ellas.

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