Un circo. Un hombre solo e infeliz.

Lo de Michael Jackson es un auténtico circo. Lo ha sido su vida, y lo ha sido su muerte. El negocio a costa de su persona, la desvergüenza de comercializar hasta la muerte. Convertir el funeral en un espectáculo con reventa de entradas incorporada... Separar lo ético y lo estético conduce a esto, al vacío sin sentido. Me he resistido a tocar el tema, pero es demasiado lo que se ha montado en torno a esto. Mi abuelo decía "libreme Dios del día de las alabanzas". A la vista está: el muerto al hoyo, y el vivo...
En la página de la diócesis de Palencia hay un artículo del Obispo Munilla, titulado "de reyes y mendigos" que toca el tema de un modo con el que coincido bastante y en el que, entre otras cosas, dice: La vida y la muerte de Michael Jackson esconden la tragedia de toda una generación incapaz de alcanzar una libertad por la que suspira. ¿Hasta qué punto estamos marcados y condicionados por las heridas generadas por la desestructuración familiar? ¿En qué consiste la libertad: en hacer lo que queramos, o en querer lo que nos corresponde hacer? En última instancia, ¿la felicidad consiste en inventar una realidad a nuestro capricho, o más bien en querer conformar nuestro deseo con la voluntad divina?
Michael Jackson ha sido una “parábola” –y al mismo tiempo una “víctima”- de nuestra época, un “paradigma” del occidente carente de cimientos sólidos, capaz de lo mejor y lo peor, generoso y caprichoso, materialista e idealista… un genio tan contradictorio como nuestra cultura misma.
En el fondo, un hombre solo e infeliz, que espero que haya encontrado su rostro verdadero en el rostro misericordioso del Padre.

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