Bloguerito de verano

Aunque parece que el ritmo veraniego aplaca las informaciones y los periódicos adelgazan, tanto que uno espera que le paguen por comprarlos, los contenidos no dejan de ir en la misma línea de siempre: politicuchos y politicastros de diversa factura y condición, que se ciscan en el noble arte de la política, para hacer del solar patrio su cortijo familiar; jóvenes aburridos y carentes de todo tipo de valores, porque sus padres y educadores encontraron la piedra filosofal del dejar crecer en libertad, que les permitió desentenderse de aquellos apéndices molestos con los que no sabían que hacer, como si con ellos no fuera nada; pobreza y miseria movida de parcela en parcela para que no se vea, a golpe de talonario o policía (¡a buenas horas, mangas verdes!) como si ocultándola a la vista fuese a desaparecer por arte de magia; noticias que son no-noticias; jueces que son no-jueces, porque son más que amigos... en fin, que las páginas del papel prensa siguen trayendo lo de costumbre: malas noticias en general... adobada con la típica catástrofe natural de temporada. Vaya por delante que soy generoso al utilizar el término “noticia”.

Es verdad que algunos periódicos dejan de lado la cruda y nefanda realidad cotidiana, para llenar sus páginas con contenidos “frescos”. Como si refrescara algo leer las tonterías, tontadas, y simplezas de tanto fantasma como anda suelto alimentado por el imaginario colectivo que convierte en alguien efímero a quien solo conocen en su casa, a la hora de comer, y con más que discutibles méritos para ser conocido o recordado fuera de ese ámbito.

Me gustaría saber donde estudian algunos periodistas que parece que se creen eso de que leer tanta mamarrachada ajena refresca; o, simplemente, me gustaría saber si ellos se refrescan así, porque a mí no me baja un grado la temperatura. Aún no se ha demostrado la propiedad hipotérmica de la estupidez humana, ni siquiera si viene impresa.

En fin, que en lo más granado del verano, la mejor forma de conservar la serenidad y no alterarse es no comprar la prensa. No se va a perder usted ni una sola información de relevancia, se lo aseguro. Pero, al menos, evitará que se le revuelva el estómago. Para esto ya están las tapas de chiringuitos. Y lo que se ahorra, se lo puede gastar en libros, que por lo menos le llevan de viaje sin moverse. Si, en fin, no puede soportar el síndrome de abstinencia, conecte el parte radiofónico a las horas en punto, que es como una metadona informativa.

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