Llegando al final de la segunda parte

Sin agua, sin aire acondicionado y sin luz el primer día por una avería que tardó en subsanarse, comenzamos los ejercicios este año: en la oscuridad el calor y el desierto. Todo un símbolo del camino a recorrer que hace que como Jonás, deseemos la sombra del ricino para descansar (Jon 3,6) esperando ver desde lejos la suerte que corre la ciudad. Poco a poco la situación se fue restableciendo, y hemos podido realizar de la mano del Evangelio el recorrido del Siervo y del Discípulo para resituar nuestra vida en una nueva etapa, que mañana concluirá para dar paso a una tercera en este periplo veraniego de descanso y recreo.
Cuando uno está en estas situaciones pasa como en el Tabor: ¡qué bien se está aquí! ¡quedémonos! No volvamos al fragor de lo cotidiano... pero, no podemos permanecer siempre en el monte, hay que bajar, no queda otra. Hay que volver a hacer vida lo desvelado, y a construir con unos y otros. Se baja de distinta manera a como se subió, aunque nos siga costando aceptar la Cruz.
Hoy haremos la etapa del camino de la mano de la experiencia de Pedro y en ella contemplaremos, una vez más, la mirada de amor y comprensión de Jesús hacia nosotros. Mañana recapitularemos, recogeremos y bajaremos.
Después, Logroño.

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