De camino, de mañana


Esta mañana el autobús ha tardado más de lo habitual. Las lluvias y las obras de las calles del trayecto se convierten en una trampa que me obliga a perder buena parte del tiempo en transporte. Al final llegaré, pero tarde, al trabajo. Llegaré sin ganas.
Voy observando a quienes comparten conmigo el autobús: la mujer de edad madura con aspecto inconfundible que va, casi seguro a estas horas, a comenzar su faena de limpieza en casas u oficinas. Los chavales del barrio que, por la edad, y por las carpetas, han comenzado una etapa universitaria no hace mucho y, todavía, llenos de ilusión, acuden a las clases de primera hora. O ella, que seguro que va a la tienda que le toca abrir porque tiene un contrato temporal con un horario más que regular.
Vamos los que estamos aún dormidos –es de noche- y tenemos que despejarnos antes de empezar a trabajar. Ninguno lleva una cara de ilusión ni una sonrisa. Los problemas van sobre los hombros. Y, a la vuelta, volveremos cansados, y seguramente con los hombros algo más hundidos por el peso del día. No nos quedará mucho tiempo, ni muchas ganas para hacer otra cosa que no sea evadirnos de esta espiral de cada día.

Pero me abres a tu presencia, y recojo lo que observo para ponerlo en tus manos: las manos agrietadas por los detergentes de esta mujer que pasa las horas limpiando lo de otros, las manos tatuadas de la chavala de enfrente, las manos no encallecidas de estudiantes con un futuro deshumanizado por delante, los ojos profundamente somnolientos de casi todos, y la ausencia de sonrisas. Y te pido, que todos los que sufrimos desaliento, permanezcamos en tu Amor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama