DECLARACIÓN FINAL DE LA CONFERENCIA EUROPEA DE JUSTICIA Y PAZ

SEVILLA (04-10-09).- Nosotros, los miembros de la Conferencia de Comisiones de Justicia y Paz de Europa de la Iglesia Católica, representando a veinticinco países europeos, aceptamos la invitación de la Comisión de Justicia y Paz de España, y del Cardenal de Sevilla, Monseñor Carlos Amigo Vallejo, para venir a Sevilla del 18 al 22 de septiembre de 2009, donde celebrar nuestra Asamblea General y un Seminario Internacional dedicado al tema: "¿Dónde están las fronteras para la solidaridad en Europa?".

Tratar el tema de la solidaridad es particularmente significativo en el contexto de nuestro mundo crecientemente globalizado. No es sorprendente que la globalización y las cuestiones que se plantean con este fenómeno hayan sido destacadamente tratadas en la última encíclica del Papa Benedicto XVI Caritas in Veritate, en la cual señala: "La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos" (No. 19).

En Sevilla hemos tenido la oportunidad de examinar los desafíos a la solidaridad –políticos, sociales, culturales y económicos- en su dimensión nacional e internacional. La experiencia compartida aquí renueva el sentido de nuestra responsabilidad –como personas, como europeos, como Iglesia- para desarrollar acciones dirigidas a estos desafíos y para derribar las barreras que bloquean la solidaridad.

El Papa Juan Pablo II nos dijo: "el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social" (Laborem Exercens, 3). Caritas in Veritate también afirma que este trabajo debe ser "decente" (No. 63). La experiencia del seminario nos ha confirmado esta apreciación. Una reunión con la dirección de Forja XXI, una ONG que apoya a los jóvenes para encontrar un empleo, ha servido para destacar la importancia de afrontar el problema del desempleo juvenil –un asunto serio en muchos países europeos en la actualidad. Necesitamos invertir en los jóvenes, que son nuestro futuro, facilitando su acceso al empleo. Esto los capacitará para participar en nuestra sociedad y alcanzar todo su desarrollo potencial. Debe ser reconocido el significado del desempleo como una barrera a la participación.

Una visita al enclave español de Ceuta en la costa marroquí nos permitió aprender más sobre la dimensión humana de los desafíos derivados de la migración –un fenómeno estrechamente unido a la globalización y también íntimamente conectado al problema del desempleo. Los seiscientos inmigrantes actualmente detenidos en Ceuta, esperando una resolución legal sobre su estatus de residencia, en un proceso que puede durar tres años –si no han sido deportados antes-, son en su mayoría jóvenes que desean y quieren trabajar y, sin embargo, no pueden hacerlo. Forzados a abandonar sus hogares, fruto de la violencia y/o del desempleo y/o la extrema pobreza, han realizado un largo y peligroso viaje para alcanzar Europa en busca de trabajo y una vida mejor. En vez de eso, se encuentran confinados en los márgenes de la sociedad europea, con sus libertades severamente limitadas, incapaces de participar, contribuir o poder optar sobre su futuro. De hecho, alguno de estos jóvenes nos dijo simplemente: "No tenemos futuro". La solidaridad reclama que hagamos todo lo que podamos para ofrecer a estas personas alguna esperanza.

Las horribles dobles vallas, coronadas con alambre de espino, que dividen la ciudad de Ceuta del resto del continente africano, son una poderosa representación visual del temor que procura mantener a los necesitados tan lejos de nuestras puertas cuanto sea posible. Todos compartimos un sentimiento de responsabilidad por este muro –financiado parcialmente por la Unión Europea. Derribamos el muro de Berlín hace veinte años y ahora hemos levantado otros muros en otros lugares.

En la costa de Algeciras, representantes de comisiones de Justicia y Paz, con representantes de la iglesia local y la comunidad en general, compartimos un momento de oración por todos los que han perdido su vida al entrar en Europa para buscar nuevas oportunidades.

La exclusión social, el miedo y la inseguridad fueron también evidentes en nuestra visita a la barriada del Polígono Sur, que sirvió para destacar los vínculos entre pobreza y violencia. Ante el problema de la violencia en nuestra sociedad, es tentador retirarse detrás de gruesos muros, altas vallas y barriadas cerradas. Sin embargo, ésta no es una solución a largo plazo. Lo que se necesita es una respuesta activa, fundada en una solidaridad que se dirige hacia las raíces de esta violencia –desempleo, pobreza, exclusión social. La visita terminó con una señal de esperanza. Vimos signos de que estas medidas están ya empezando a tomar forma dentro de un "plan de acción social participativo", actualmente desarrollado en la barriada con la participación activa de los residentes.

La visita a Sevilla Acoge, la primera organización establecida en España para apoyar a los inmigrantes y promover su integración en la comunidad local, mostró el poderoso ejemplo de personas que se hacen cargo ante las necesidades ajenas. La acogida, asesoría y atención a los inmigrantes se ha logrado a través de la creación de redes de asociaciones y personas solidarias y el aporte de un trabajo social comprometido. El trabajo de la organización nos sirvió para recordar que la solidaridad verdadera reclama respeto por la diversidad cultural en un espíritu de hospitalidad.

Los problemas que examinamos en el Seminario Internacional son múltiples y complejos, y requieren soluciones a corto y largo plazo. A corto plazo, para quienes sufren ahora la pobreza, el desempleo y la exclusión y, a largo plazo, las destinadas a hacer frente a las causas estructurales. Esto incluye el reconocimiento de que no podemos distanciarnos de los problemas políticos, sociales y económicos de los países africanos. A través de esta experiencia somos también capaces de ampliar nuestra comprensión de la solidaridad efectiva y real, incluyendo sus dimensiones ética y espiritual y la necesidad de la responsabilidad por parte de todos los implicados. De ahí que la solidaridad nos capacite para reconvertir las barreras en lugares de encuentro donde nos juntemos como hermanos y hermanas.

Deseamos concluir dando las gracias a la Comisión de Justicia y Paz de España, al Cardenal de Sevilla, Monseñor Carlos Amigo, al obispo de Cádiz y Ceuta, Monseñor Antonio Ceballos, y a todos los que nos recibieron durante este seminario internacional. Éste nos ha reafirmado en nuestra responsabilidad cristiana de atender a los más vulnerables a nivel local, nacional e internacional, porque para la Iglesia nadie es extranjero.

Sevilla (España), 22 de septiembre de 2009

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