El corral de la mujer del César

Las últimas semanas han estado más que llenas de acontecimientos similares -quiero decir en cuanto a la condición de sus protagonistas, que son servidores públicos en general, no en cuanto a que los hechos tengan en común un tufo a delito, a pelotazo, a aprovecharse de lo público para el propio postín que tire de espaldas- tanto que exigen que nos paremos a meditar sobre la razón que impide que se pueda cesar fulminantemente a determinados políticos y funcionarios públicos, simplemente porque no cumplen la máxima de que la mujer del César debe, no solo ser honrada, sino sobre todo parecerlo.
Yo no entro en si lo son, que lo decidirán los tribunales -al menos respecto de algunos- pero, desde luego, puedo afirmar que no lo parecen de ningún modo: ahí están todos los cargos públicos imputados en la trama "Gurtell" con más indicios que el pañal de un recién nacido; ahí está Rajoy mirando a Cuenca con su indiferencia; ahí están los imputados en el caso Mercasevilla; ahí está el alcalde de esta ciudad diciendo que él es médico y ni sabe ni entiende (¡qué poquísima vergüenza!); ahí están los jueces y fiscales malagueños, acudiendo a la fuerza armada para defender sus privilegios ancestrales, cuando yo tardo casi una hora en mi desplazamiento de autobús y coche de san fernando para ir a trabajar, siendo tan servidor público como ellos; ahí están los contratos que un Delegado municipal deja a su grupo para que los saboree, y las actitudes de ¡uy, qué es esto! de quien parece que se desayuna ahora -en el grupo municipal de Izquierda Unida siempre se desayunan- con la noticia de las irregularidades, para que por ensalmo, resulte que ya lo sabían...
Y, en fin, la guinda es que los diputados madrileños pillados en la Gurtell no dejan sus escaños, y se pasan al grupo mixto, porque no hay que alejarse de la vaca de las tetas gordas.
Y, eso, sin irnos lejos. Si nos vamos a Italia, por ejemplo, ya es para vomitar; eso es sólo para estómagos curtidos.
Tendría que limitarse por ley el tiempo de permanencia en cualquier cargo público de los políticos. Para que no llegaran a olvidarse de que algún día la mujer del Cesar será objeto de las miradas ajenas, y así evitaran convertir lo público en su corralito particular, en el que solo se llena de mierda quien intenta limpiarlo.
Lo que ahora me pregunto es por qué cuando cesen tendrán derecho a un paro de lujo, en lugar de ponerse a buscarse la vida como todo quisque. Debe ser que es tarde y tengo la cabeza en otras cosas. Ya me aclararé. Entretanto, yo los echaba del corral, sin pienso, que pastaran por libre, por esos campos.

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