Id y evangelizad

Si preguntas por mi fe, diré que soy cristiano y que lo soy por gracia de Dios, diré que me ha ungido -que me ha cristianizado- por fuera un óleo sagrado y por dentro el Espíritu de Dios, diré que soy de Cristo, que por él he sido redimido, que en él estoy resucitado, que con él he sido glorificado. Ésta es la fe que he recibido de la Iglesia y que, confesándome pecador, vivo en la Iglesia. Por cuanto oscura, esa fe es la luz que me ilumina; por cuanto débil, ella es la fuerza que me sostiene; y por cuanto árida, ella es toda la dulzura que cabe en mis sentidos.

Si me preguntas por el camino de mi vida, te diré que es Cristo, y que él es también mi destino. Se me ha pedido que, con la cruz de cada día, siga los pasos del Señor; se me ha pedido que ame como él me amó, con un amor semejante al que manifiesta tener a justos e injustos el Padre del cielo; se me ha pedido que a todos sirva y que entre todos me haga el último, como siervo y último se hizo entre todos el Hijo de Dios. En ese camino me muevo con torpeza, siempre lejos, muy lejos, de Aquel que me precede y que me llama.

Si me preguntas por compañeros de camino, los he conocido ágiles como el viento del Espíritu, los he hallado esforzados como atletas, los he visto inseguros como niños que dan los primeros pasos; y sé que ese camino lo recorren también esclavos del vicio y amigos de la mentira.

Si me preguntas por la misión que he recibido de Cristo el Señor, te diré que él me ha enviado para que lleve a los pobres la buena noticia del Reino de Dios. En ese mandato me va la vida, pues para evangelizar, he de vivir como discípulo de Cristo, como hijo de Dios, como hombre reconciliado con Dios, como hermano de todos.

Para evangelizar, he de llevar en lo que hago lo que creo, en la vida la fe, en cuerpo y alma el credo de la Iglesia.

A nadie, ni siquiera a mí mismo, podré nunca explicar el misterio de la Trinidad santa. Sólo puedo creerlo, gozar de lo que creo, y multiplicar ese gozo por el infinito con la certeza que tengo de alcanzar un día lo que espero.

A nadie podré nunca explicar las exigencias del amor. Sólo puedo ofrecer el amor que a mí se me ha ofrecido en Cristo Jesús, y que de él he aprendido.

El testimonio del amor es irrefutable. No necesita palabras. No lo acallan las leyes. No enmudece con la muerte: Id y evangelizad.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger

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