Palabras perdidas

La tarde va cayendo despacio, y el calor de este inicio veraniego, que asoma por el horizonte, va dejando paso a la fresca brisa vespertina. Como de costumbre mucho hecho, aunque no todo lo que pretendía; ¡cuando las cosas no dependen exclusivamente de uno...! Solo cabe caminar en la paciencia.

Ahora recuerdo que el mirlo ha hecho un nido en el jardín de la parroquia -mejor dicho los mirlos, pues son pareja- y que empollan la nidada con esa misma paciencia. Igual cuando vuelva encuentro crecida la familia y ruidosa la compaña. El jazmín ha duplicado su servicio y, además de sombra, les da cobijo y sostiene el hogar. Ya lo dice el Salmo: Aun el gorrión halla casa, Y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, Cerca de tus altares, Dios mío (Sal 84, 3).

Voy contando los días restantes hasta el que pueda partir, sin saber aún si podré hacerlo según lo previsto, (¡cuando las cosas no dependen de uno...!), pero con esa esperanza voy preparando todo. El peregrino añora cada año los caminos, el horizonte, el viento en la cara, el silencio, y el encuentro consigo y con otros, con Otro, sin más prisa que la de ver pasar el día en espera de la noche, y hacer de ésta anticipo del día venidero. Es decir, disfrutando cada momento.

La pretensión es hacer eso el resto de los días, todo el año, pero el disfrute no es fácil en lo cotidiano, aunque ello no embote la felicidad honda. Aun así, ir haciendo calendarios, planificar, intentar encajar la vida, siempre ha sido para mí ocasión de anticipar el goce de cuanto encierra cada nota prevista en el recuadro del papel. Así, al menos, parece que la vida fluye con orden. Luego, cuando se acerque el momento, descubriremos que orden y vida son muchas veces conceptos lejanos entre sí... (cuando las cosas no dependen de uno...)

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