Yo voy

Las últimas semanas están siendo un poco complicadas con todo el lío mediático que se ha montado en torno a la difusión del boletín de la Delegación Diocesana de Pastoral Obrera de Sevilla en relación con su apoyo a la convocatoria de huelga general.


Comencemos por decir que no ha sido solo la de Sevilla -y la de Cáceres luego- las que se han manifestado públicamente en este sentido. Que a mí me conste, además: Madrid -que quizá fue la primera-, Zaragoza, Córdoba, Ciudad Real, Huesca, Barcelona, Tarrasa, además de pronunciamientos de movimientos apostólicos obreros a nivel general o diocesano, o de otras instancias eclesiales. Puede haber algunas más de las que no tengo constancia. Seguro que todavía habrá más.


También el arzobispo de Oviedo, el Obispo de Canarias, o el Obispo de Ciudad Real han hecho públicas algunas reflexiones, declaraciones o cartas pastorales en las que aluden a este tema, y a la reforma laboral recientemente aprobada.


Todo ello es accesible en la web. Nada hay oculto. Hoy quiero compartir unas reflexiones apresuradas.


En primer lugar, no es incompatible con la fe cristiana en absoluto sostener el apoyo a la huelga convocada. En algunas entradas antiguas os dejé lo que dice el Compendio de Doctrina Social, y la Declaración de la Conferencia Episcopal del año 1994. En estos días han abundado reflexiones de todo tipo, algunas cargadas de razones teológicas y morales que podeis encontrar navegando en la web.


Por eso, que algunos medios de comunicación, hayan querido cambiar algunas cosas y convertir en follón mediático de desencuentro o ruptura intraeclesial -trastocando en titulares la autoría de las reflexiones- lo que no es más que el servicio evangelizador que una Delegación de Pastoral Obrera, que quiere ayudar al discernimiento cristiano de cuantas cuestiones se relacionan con el mundo del trabajo y con la tarea evangelizadora que la misma Iglesia les encomienda a los militantes cristianos obreros a través de Pastoral Obrera y de los Movimientos, es un flaco favor que hacen a la Iglesia, pero sobre todo a esta sociedad tan necesitada de palabras claras -sean de quienes sean- que le ayude a orientar su rumbo. En esas declaraciones se contienen también críticas a los sindicatos, reconociendo la necesidad de su existencia a la vez que la urgencia de que la transparencia y la honradez tomen carta de naturaleza en su seno a todos los niveles.


Resulta curioso que ningún medio haya publicado nunca antes ninguna de las reflexiones que tales boletines contienen y que tocan temas de tanta o mayor importancia: el paro, la siniestralidad laboral, la reforma laboral, la situación de los inmigrantes, de los jóvenes trabajadores, etc.


Por otra parte, muchos desearíamos que la Iglesia, que tan ágilmente se pronuncia en público sobre cuestiones de calado político, que siempre parecen ser las mismas, también en esta ocasión hubiese aparecido públicamente, de forma institucional, sosteniendo una reflexión evangélica al respecto con idéntica convicción, pues hablamos en el fondo de la defensa del derecho a la vida, conculcada por una deshumanización creciente también el ámbito laboral. En cualquier caso ya dije en otra ocasión que en la Iglesia hay muchas voces, y las que se han dejado oír también tienen su valor.


Ninguno de los documentos aludidos conmina a participar en la huelga. Ninguno condena la no participación en ella. Todos ofrecen elementos de reflexión y discernimiento. Ninguno hace sino expresar motivos, ofrecer razones, hacer discernimientos, y poner, en última instancia, la decisión de participar o no donde solo puede estar: en el ámbito de la propia conciencia personal.


También es de destacar que las noticias y publicaciones aparecidas a raíz de estos comunicados, argumentan -en un cierto número- que quienes dentro de la Iglesia hemos hecho opción por este servicio de presencia y evangelización del mundo obrero, somos herencias de pasados que hay que olvidar o superar, desencantados de la vida, o sostienen que nuestra pretensión es meramente cargarnos la esencia de la Iglesia. A cuantos -con desconocimiento y, por tanto, con desamor- piensan y se expresan así al referirse a los Movimientos (HOAC, JOC, HHTT, MTC...) a los Equipos de Pastoral Obrera, o a los militantes que forman parte de ellos, yo les invito a ver de cerca la vida de muchos de estos hombres y mujeres, y su generosidad, entrega, ilusión, fe, y trabajo sencillo y cotidiano por plantar el Evangelio en el mundo con semillas de justicia. Son auténtico testimonio del Dios de Jesucristo que ofrece la vida para todos. Y siguen siendo hoy, en muchos casos, la única presencia cercana de Iglesia en esas realidades.


La Iglesia no debería consentir -ni provocar- descréditos acerca de cualesquiera opciones o tareas pastorales que tienen su carta de naturaleza en ella. Poco ayuda a su propia labor. Y esta no es una tarea que llevemos por libre, sino que es la misma Iglesia la que nos la encomienda y hace depositarios de ella.


Y pese a todo ello sigo amando a esta Iglesia que me duele. No tengo otra que me haya encontrado con Jesucristo.


Sin embargo, cuando pasen las nubes, habrá que reflexionar en profundidad sobre todo esto. Y seguramente habrá que replantearse cosas: los movimientos, la Iglesia, los militantes, los obispos, yo mismo...

Pero eso no será el miércoles, porque yo estaré haciendo huelga.

Comentarios

  1. alvaro reis28/9/10, 13:33

    Yo también voy y creo además que seré el único de mi trabajo. En cuanto a tus reflexiones creo que no son apresuradas, yo creo más bien que llegan algo tarde, en el sentido de que era algo que se veía venir. Parece que conformamos "otra" Iglesia, pero hace tiempo de ello, somos más que minoría. Comparto contigo la tristeza, sí tristeza, por la reacción de la Iglesia de Sevilla pero sí estoy convencido que la fe seguirá superando obstáculos en las mediaciones humanas. Gracias, de todos modos, por tu reflexión.

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  2. Alguna vez hay que plantarse. Ésta es una buena oportunidad. Más tarde podemos lamentarnos de no haberlo hecho. Creo que la situación es insostenible y nos acercamos a una nueva eaclavitud. Porque siempre habrá un país pobre que trabaje más barato. Firmaría la columna de Almudenoa Grande del día de ayer.

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