Escuchar


Hace tiempo que la política dejó de ser política, y que la economía dejó de ser economía, para convertirse todo en una simple y llana hebilla de correa, dogal al cuello de los ciudadanos, cuyo otro extremo manejan manos que no han trabajado en su vida, salvo -pero eso no es trabajar- para verificar el montante de lo que crecen sus riquezas.
Hace tiempo que Europa dejó de acercarse a la posibilidad de ser Europa, para ser Europa S.L.
Hace tiempo que ni lo que tenemos es política, ni lo que tenemos es economía, y por eso son actividades que merecen nulo respeto; es más nuestra obligación en conciencia es denostarlas.
Llega -¡oh dioses!- la precampaña electoral. Porque en este país hay una generación - o varias- de políticos profesionales, que no saben hacer más que eso: campañas, electorales, preelectorales, las que sean. Tampoco han hecho otra cosa en su vida; me da igual el partido que sea, en todos ellos encuentran ustedes estos curiosos personajes. Es lo que saben (y ya les concedo que saben algo). Y cada día te desayunas con una serie de promesas de unos y otros, vacías y falsas, que tienen nada que ver con la vida, que demuestran que siguen yendo a lo suyo, que hace tiempo que se quedaron o se hicieron los sordos, y que la vida real va por otros caminos.

Creo que en la campaña electoral -que recuerdo que solo son quince días- deberían dejar de hablar de cosas serias: no deberían hablar de democracia, de empleo, de economía productiva, ni de solidaridad, ni de poner la economía y la política al servicio de los ciudadanos, ni de regenerar el tejido social, ni de recuperar la educación con autoridad y los valores de una ética civil de mínimos en la que todos pudiéramos estar de acuerdo; no deberían hablar de cultura, ni de salud, ni de la cantidad de puestos de trabajo que van a crear. No deberían hablar de tolerancia, ni de integración, ni de futuro. Son tan necios que creen que nos creemos que piensan crear empleo, o riqueza; piensan que nos creemos que saben o pueden hacerlo. Y lo que es peor, piensan ellos que pueden y saben hacerlo, y que -aún peor- depende de ellos.

¿Se enteraran algún día? A lo mejor si dejan de escucharse a ellos mismos, si callan, en la quietud del silencio podrían empezar a escuchar a las personas, se enterarían de lo que pasa, de por dónde va el mundo, de cuales son las necesidades y las preocupaciones de las personas, de cuáles son las prioridades que hay que afrontar, y, a lo mejor, entonces, con humildad, simplemente trabajarían para aportar algo en la construcción de una sociedad más humana y justa.

"De mientras", como se dice por aquí, muy bien dicho, ni unos ni otros tienen nada que decirme. Preferible, pues, que aprendan a escuchar. Las campañas electorales deberían ser eso: que los políticos se callaran y tuvieran la obligación de escuchar

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