Parábola de las manos vacías

"La noche que nació Jesús, todos los vecinos de aquella aldea se enteraron. También los de las aldeas vecinas. Y, es que: Una luz les brilló con el brillo del sol de mediodía. Y todos quisieron verle y manifestar su alegría. Casi sin ponerse de acuerdo todos entraron en una porfia: ¿Quién llevaría el mejor caldo a la vecina recién parida? ¿Quién ofrecería a José el mejor vino? ¿Qué leche sería mejor para alimentar al niño en su primer día de vida? Todos llevaron sus dones con la mejor garantia... Pero, María, con el niño en los brazos, vio a una mujer en la lejanía... la veía triste, como ida, avergonzada, no levantaba la vista... María la llamo por señas, y cuando se acercó puso a Jesús en sus manos vacías. Tener las manos vacías fue su fortuna y puede ser, también, la tuya, la nuestra".


Comentarios

  1. Estamos tan llenos de cosas, tan obsesionados por el tener, que se nos olvida el ser. Por eso la contemplación, las manos vacías o atención y parada como la de María, la hermana de Lázaro, sea lo más enriquecedor en un momento concreto.

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  2. Preciosa parábola. Nunca la había escuchado. Procuraré tener las manos vacias...

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