No nos gusta hablar de conversión. Casi instintivamente pensamos en algo triste, penoso, muy unido a la penitencia, la mortificación y el ascetismo. Un esfuerzo casi imposible para el que no nos sentimos ya con humor ni con fuerzas. Sin embargo, si nos detenemos ante el mensaje de Jesús, escuchamos, antes que nada, una llamada alentadora para cambiar nuestro corazón y aprender a vivir de una manera más humana, porque Dios está cerca y quiere sanar nuestra vida. La conversión de la que habla Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotros a medida que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere hacer nuestra vida más humana y feliz. Porque convertirse no es, antes que nada, intentar hacerlo todo mejor, sino sabernos encontrar por ese Dios que nos quiere mejores y más humanos. No se trata solo de “hacerse buena persona”, sino de volver a aquel que es bueno con nosotros. Por eso, la conversión no es algo triste, sino el descubrimiento de la verdadera a...
Mi sabor se inclina más por el limón que por la nada. Vicente Amigo cuenta que quedó fascinado cuando vio tocar a Paco de Lucía en la tele, era aún un niño y supo qué quería ser. Si pusiéramos todo nuestro empeño en la meta, podríamos alcanzar grandes objetivos; si tuviéramos fe como un grano de mostaza...
ResponderEliminarPues con el título nada más, no sé que es lo que dice... ¿Limón de nata? ¿A la nata se le echa limón? ¿Se trata de un limón dulce? ¿Será una sensación agridulce? Cuando ya no he podido pensar más sobre el título la he escuchado a ver "qué me decía" y ni era una cosa ni la otra. Ha sido algo mágico.
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