¡Ya es primavera en el jardín de casa!


¿Porque el tiempo es cambiante e inestable? ¿Porque las flores han comenzado a salir pese a la escasez de lluvias? ¿Porque se adivina en los insectos que revolotean a contraluz entre las flores? ¿Porque las tardes son más largas, y han subido las temperaturas aunque sigan siendo frescas? ¿Porque las mañanas tienen otro olor, otro frescor? ¿Porque empezamos a pensar en guardar ropas de invierno y nos encanta ponernos al sol por las mañanas, si podemos, aunque solo sea el tiempo de fumar un cigarro? ¿Porque se apetece estar en el claustro? ¿Porque uno se da cuenta de que el curso escolar que marca el ritmo de nuestros quehaceres sociales y eclesiales se acerca a un tempo distinto? ¿Porque ya huele, un año más, a feria en la ciudad? ¿Porque la sangre se altera? ¿Porque nos hacemos conscientes de que nos falta gente, que el frío invierno –estos inviernos y los viejos no se llevan bien- se ha llevado de nuestro lado para siempre?...

No, claro que no. Todo eso son síntomas, claro; pero lo esencial, lo definitivo, la inexcusable, lo que hace que no fuera primavera sin él, es el hecho incontestable de que llevo una semana recogiendo tierra sacada de las macetas, enderezando macetas volcadas, relatando en voz alta – a veces con ánimo negociador, a veces en tono amenazante y, de todos modos, siempre inútil- y en soledad, por el hecho de tener que realizar cotidianamente esas faenas que reordenan lo desordenado tan solo por unas breves horas.
Efectivamente. El mirlo, que tiene costumbres de postín, ha vuelto. Más exacto es decir los mirlos, el mirlo y la mirla, pues desde que coincidieron un año, se han hecho compañeros inseparables y fieles, que eligen este jardín desabrido para retornar al calor primaveral. ¿Dónde irán en invierno? No suelen decírmelo. Pero el hecho es que han vuelto a tomar posesión de sus dominios, y yo, nuevamente, desocupo su espacio, y me pliego a esas agradables exigencias de la convivencia, que alientan de nuevo la esperanza chica de la normalidad. Una primavera más, un año más…

Comentarios

  1. Precioso texto, Fernando, con una prosa apasionada. ¡Felicidades!

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  2. Que guapo ha salido el mirlo. Tienes que teneer una camara muy buena. Del texto te digo que es precioso pero no has debido de arreglar las macetas pues el cuello te dolerá mucho más.

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  3. Creo que voy a tener que ir a ver esos mirlos. Ahora me das un pelín de envidia.

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