Pena de prensa

Con mis respetos a las personas de los periodistas –esto que vaya por delante- ser periodista se está convirtiendo en una mediocre ocupación, cada vez más indiferente a la veracidad de los hechos que se narran, y más entregada a los titulares de la inmediatez y a la incapacidad de distinguir algo absolutamente crucial: los hechos y la opinión sobre ellos (que siempre han sido cosas distintas). Me vale para llegar a esta conclusión repasar, por ejemplo, las numerosas faltas de ortografía, de sintaxis, gramaticales, varias, que suelen deslizarse, sin verificación correctora, en las páginas de la prensa impresa, aunque con mucho mayor volumen en las de la prensa digital. Cuando nos da igual cómo decirlo, es que ya antes nos daba igual lo que decíamos; Me vale el ver el desconocimiento, la ignorancia, o la falsedad –en bastantes ocasiones- con que se tratan algunos temas (cada vez más) para terminar convirtiendo en hecho lo que solo es la opinión del que escribe.

Fíjense en los titulares de hoy de casi todos los medios en que se alaba la bajada del paro en abril. Justo cuando la EPA recientemente publicada decía que la realidad era otra. Es que-¡oh falacia!- ningún titular dice que hablamos del paro registrado, o sea de la gente que sigue apuntada en las oficinas del INEM (o como se llame en cada sitio) y que eso supone no contar entre los parados (aunque lo sigan siendo) a los que ya se han hartado de ir para nada, a los que han echado de las listas, y a los que no dejan apuntarse. Y como éste “cienes y cienes” de temas

Hace poco decía Cebrián que la prensa vertebra cada vez menos la opinión pública. A lo mejor deberían plantearse que la “opinión pública” hace tiempo que es consciente de la mediocridad creciente de esa labor y de la incapacidad manifiesta para cumplir esa función. Cuando en medio de este relativismo, todas las opiniones tienen la misma pretensión de absolutez, y casi todas el mismo valor –ninguno- es difícil aspirar a que la propia se convierta en elemento vertebrador de la opinión de los demás.

La prensa tiene un servicio que prestar, básico y esencial: el servicio a la verdad de los hechos, no a las opiniones de quien paga. Y una vez narrados en su integridad veraz los hechos, y separada y distintamente, si quieren decirnos el juicio, la opinión que les merece y el por qué, ese es un segundo elemento igualmente bienvenido. Para eso habrá que tener un ideario, un horizonte, una línea editorial, llámenlo como les dé la gana. Pero si no se tiene, resulta que me dará igual leer el periódico que sea, porque lo que me digan dependerá –otra vez- de quien les paga para decirlo. A lo mejor acabamos antes si los paganos de la prensa aparecen en las manchetas, y así me ahorro el viaje.

Junto a la verdad, los “porqués” han sido otra de las víctimas de este periodismo “líquido” que nos asola. Y necesariamente los “paraqué”

Pena de prensa, y pena de nosotros.

Comentarios

  1. Subscribo tu misma pena: no tratan de informar, sino de que formemos filas.

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