Demagogia de la buena

Con la que está cayendo que si hay que pagar el  IBI o no, y demás cuestiones mediáticas (curiosamente todas relacionadas con el dinero), algunos eclesiásticos a los que he hecho alusión en alguna otra entrada están difundiendo fotos en diversas redes sociales como la que adjunto, en un alarde de demagogia inconcebible en quien está llamado a ser ministro de unidad y reconciliación, y que tiene un deber inexcusable de discernimiento, dejándose embarcar en las mentiras de ciertos sectores contra los sindicatos como un elemento más de la reforma laboral que conduce al individualismo feroz.


Ya no es solo su desconocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia lo preocupante, y las actuaciones que sustentan contrarias a ella, pese a que les concierne como los primeros, sino la incapacidad -parece que natural- en diferenciar verdad y mentira, realidad y ensueño. A algunos de estos los he oído personalmente justificar actuaciones de corrupción demostradas en sede judicial, porque los autores eran de ideología afín. Solo hay que observar en la foto la ausencia de los logotipos de otras organizaciones políticas y sindicales que han instado el cobro de los mismos tributos a la Iglesia. Desde aquí les invito a leer, por ejemplo, el número 20 de Laborem Exercens, aunque sea la primera vez que lo hacen. El Compendio de la DSI quizá sea mucho para empezar.

Pero lo preocupante en esta ocasión es pretender supeditar la caridad y la justicia, marcas de identidad que debían ser de la Iglesia, entrando en un chantaje absurdo, a la defensa de un status quo que ni siquiera se es capaz de dialogar o argumentar desde la condición dialógica de la Iglesia. Cuando se olvida la identidad eclesial el riesgo es convertirse en eclesiástico. Y son cosas muy, pero que muy distintas. La una consustancial a la fe cristiana. La otra, absolutamente extraña a ella. Y aquí parece que se olvidan muchas cosas.

En los ámbitos en que he tenido que decirlo -y está escrito negro sobre blanco- soy el primero que he llamado a la necesidad de dialogar con las organizaciones sindicales (otra cosa son los partidos, con los que no hay que confundirlos) para que recuperen su esencia, que es estar al lado de los más pobres del mundo obrero, y a mantener actitudes públicas transparentes y coherentes. Pero confundir eso con el cuestionamiento absoluto de su existencia es recorrer un camino equivocado, y es, en el concepto propio, demagogia de la buena; la misma que se hace a la inversa cuando se cualifica la totalidad de la Iglesia por la actuación de algún cura concreto (uno o muchos) o por lo que diga un obispo concreto.

Solo habría que recurrir a los comunicados y pronunciamientos recientes de Caritas Española, y de algunas Cáritas diocesanas para poner de manifiesto que eso que se sugiere es falso y no corresponde a la identidad de Cáritas, gracias a Dios. A lo mejor es que tampoco lo han leído.



Comentarios

  1. Suelo recibir ciertos correos "incendiarios" de algunos clérigos que me desconciertan. ¿Dónde el amor y el perdón, dónde la distancia del poder y la cercanía a los más débiles? Doy testimonio que en mi Cáritas parroquial se han incrementado los ingresos cuando más se ha agravado la crisis. La gente necesita conocer la verdad y siempre responde. No quiero extenderme, pero encuentro refugio en sus opiniones, Fernando.
    Un abrazo

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