LO LLAMAN VOLUNTARIO, Y NO LO ES…

Esto es otra cosa

Traigo desde hace años una particular bronca con este tema que, pese a que no encuentra eco, estoy dispuesto a sostener y no enmendar, porque creo que nos estamos jugando algo esencial en la identidad de Cáritas y sus miembros. Se refiere a la moda importada del mundo ‘oenegeita’ (dicho sea con todo el respeto) de llamar voluntarios a los miembros de las Cáritas parroquiales, y hacerlo a la vez que se ensalza su nueva condición de voluntarios, como si solo desde el momento en que hemos descubierto la aplicación de la palabra a estas personas, hubieran crecido en su dignidad y fueran más merecedores de consideración que hasta entonces.

Personalmente siempre he pensado que no son voluntarios, que eso es otra cosa, y que aplicarles –o aplicarse ellos mismos- este apelativo es un reduccionismo que oculta su verdadera condición, su ser, y las exigencias que comporta ser miembro de Cáritas.

Un voluntario es el que se ofrece para hacer algo, que ocupa parte de su tiempo, porque él o ella quiere, sin más afectación a su vida. Lo que haga después o al margen del voluntariado que desempeña, no tiene que verse afectado, ni afectar al resto de su vida. Puede ser, perfectamente, un añadido, que esté incluso en contradicción con otras opciones o acciones personales en cualquier ámbito de su vida. Y no por eso deja de ser voluntario. No se le pide más; no se le exige ni se le propone más. Puede irse una semana, o un año al Sahel, y experimentar la dureza, para luego volver a una vida alejada de aquello, y recordar emotivamente una etapa de la vida, sin que, por ello, su vida haya de cambiar.

Puede hacerlo algún tiempo concreto en su vida: ratos, horas, días, meses, o años, pero en el momento que deje de hacerlo, lo esencial de su existencia seguirá sin cambiar. Habrá cambiado una parte de su hacer, pero no necesariamente de su ser.

Bautizados

En Cáritas no debe, no debería, no puede ser así. La posibilidad de desligar vida y voluntariado que puede darse, aunque sea en un solo caso, es impensable en Cáritas.

Si Cáritas es parte de una comunidad cristiana que, movida por su fe descubre la inseparable condición creyente –lo que es- de la praxis de la caridad –lo que hace-, quienes forman parte de ella, porque son miembros de una comunidad parroquial, y creyentes por tanto, no están en Cáritas, ni pueden estarlo, como un añadido voluntario a su vida, sino que encuentran en ese servicio eclesial, y creyente, el cauce de verificación de su propio seguimiento de Jesucristo realizado en los pobres, a la vez que, como bautizados, ejercen su misión profética como consecuencia de su propio bautismo, en su doble misión de anunciar la Buena Noticia a los pobres, y de ser voz de los sin voz que continuamente recuerda a la comunidad cuál es el criterio de credibilidad, cuál es la verificación de su verdadero seguimiento de Cristo. Son de Cáritas en cuanto creyentes en Jesucristo.

El ser del miembro de Cáritas es el ser cristiano. Asume un servicio eclesial, por encargo de la comunidad, como ejercicio de un ministerio eclesial, al que se ve impelido por la vocación recibida, por la llamada del Señor, a la que da respuesta con su vida. Este es el origen; no la propia voluntariedad, sino la respuesta de fe a la llamada de Dios. Y no es indiferente su vida respecto a ese servicio. Está llamado a acoger, a escuchar, a compartir, a encarnarse, a denunciar, a servir a los pobres, sabiendo que en ellos sirve a Cristo, y que esta sola razón justifica su servicio. El amor se hace concreto a Dios en el amor entregado a quienes están vocacionados por la fraternidad a vivir plenamente su dignidad y condición de Hijos de Dios.

Y esto no es voluntario en el sentido en que utilizamos esa expresión en el lenguaje coloquial

O todo o nada

Eso es lo que Dios nos propone en nuestro bautismo en el pacto mediante el que se nos entrega Todo. Que le demos todo. Toda nuestra existencia vivida, no una parte, sino todo: nuestro pensar, nuestro existir, nuestro sentir, nuestro hacer, nuestro dudar y desesperarnos cuando las cosas no salen, nuestra confianza en que, pese a todo, fiados en su Palabra, podemos volver a echar las redes.

Así que seguiré sin llamar voluntarios a los miembros de Cáritas, igual que yo no soy voluntario tampoco. Anunciar la Buena Noticia no es para mí motivo de orgullo, sino obligación que me incumbe. ¡Ay de mí si no la anuncio! Si lo hiciera por propia iniciativa, recibiría mi salario; si no es por mi voluntad, es que me han confiado una administración (1 Cor 9, 16-17)

Comentarios

  1. ¡Que alegría, Fernando!
    Subscribo cada una de tus palabras. He intentado localizar tu correo para enviarte un pequeño escrito que hace un par de años me publicaron en la Revista de Cáritas, titulado "Voluntarios y servidores", donde intento exponer este mismo asunto. No lo pego aquí porque no me parece lo más adecuado, pero si me facilitas tu correo (el mío está visible en mi blog), me gustaría enviártelo.
    Gracias por la claridad y la firmeza con las que expones tus ideas.
    Un abrazo.

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