No tengo fuerzas para rendirme
Cuenta un chascarrillo que circula por la red, que la diferencia entre la puerta de la consulta de un psicólogo y un psiquiatra, es que en la de aquel debe figurar un letrero que diga "Toque la puerta antes de entrar", y en la de éste uno que ponga: "Toque fondo antes de entrar". Cabe, a juzgar por la foto una tercera opción: la de carecer de fuerzas para reconocer la situación, por haber traspasado el fondo. Pero también se puede leer en clave positiva: Han llegado a ponernos tan al límite que la rendición no es una opción.
Rendirnos sería negarnos a nosotros mismos, admitir que somos "recursos humanos", mercancía de intercambio; requeriría un esfuerzo de ir contra nosotros mismos tan antinatural, tan forzado, que no estamos dispuestos a realizar ese desperdicio inútil de la energía que nos queda; rendirnos supondría renunciar a los últimos resquicios de humanidad en los que podemos resguardarnos de la intemperie; rendirnos supondría reconocer la fuerza invencible del mal de nuestro mundo y renunciar, siquiera, a pensar que otro mundo es posible. Por eso, al contrario, la fuerza que nos queda la vamos a emplear en sostenernos, en afianzar y apuntalar convicciones, en alumbrar esperanzas, en abrir caminos de humanidad. No estamos dispuestos a aceptar que esta realidad es la única posible. Confiamos en otro proyecto de humanización, que podemos ir generando entre todos. Por eso la rendición no es una opción. Para un cristiano, no.
Al pie de la cruz no cabe la rendición, sino la confiada espera de la resurrección. Cabe la siembra, no la muerte.
Yo tampoco tengo fuerzas para rendirme, aunque reconozco que, a veces, dan ganas de hacerlo. Cuando miras a tu alrededor y ves en lo que se está convirtiendo nuestra sociedad, cuando miles de personas rebuscan en las basuras para poder subsistir, cuando echarnos una mano unos a otros es la única y verdadera realidad, entonces, recuerdo una historia que aparecia en mis libros de texto cuando era pequeña: la de un pobre que se preguntaba sentado en un camino si habría alguien más pobre que él y al tirar algo vio con sorpresa que otro pobre recogía lo que él tiraba. Ninguno de los dos se rendían y yo tampoco pienso hacerlo mientras pueda cambiar un pedacito de mi mundo.
ResponderEliminarMagnifica reflexión, Fernando. La rendición es como morir en vida.
ResponderEliminarMUCHAS VECES ES QUE EL CUERPO Y LA MENTE YA NO DA PARA MAS Y PIDES A DIOS QUE SE TE LLLEVE
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