De nada

Salgo a la puerta de la parroquia a fumar un cigarro, en un descansito de la tarde húmeda, y un chaval de no más de quince años se dirige con paso decidido hacia la puerta, y sin mediar palabra pone una pegatina de las juventudes comunistas animando a la huelga general del próximo día 14 en la pared, a la altura de mi cara, mientras me mira orgulloso y desafiante.

Quizá piensa que voy a recriminarle, porque soy el cura, o que le voy a quitar inmediatamente ese "sacrílego" emblema de la pared. Quizá ha venido buscando una confrontación de la que poder alardear después. Vuelve con gesto de triunfo sobre sus pasos, justo en el momento en que le digo ¡Gracias!. Se vuelve y me pregunta desafiante: ¿Qué? Y le repito ¡Gracias! Y se va sin decir nada y un tanto desconcertado.

Seguramente no es lo que se esperaba. Yo también hubiera esperado otra actitud por su parte, un mínimo diálogo: hola, voy a poner esto en la pared ¿te importa? Algo que hubiese dado pie al encuentro. Pero a lo mejor la carga de prejuicios pese a su corta edad le impedía sospechar que hubiera un diálogo posible. A lo mejor es simplemente falta de educación, o de sociabilidad, o de capacidad democrática, o de... vaya usted a saber.

Me quedo mirándolo con lástima mientras se le unen otros dos compañeros con carteles que seguramente irán distribuyendo generosamente por el barrio, mientras piensan que son solo ellos quienes tienen razón. No sabrán, hoy no, que si fuesen por el mundo con otro talante, a lo mejor sumaban más de lo que se imaginan. Posiblemente sus mayores les han dicho que eso no es posible, o que es reaccionario.

Si se hubiera parado a preguntar siquiera le hubiera dicho que gracias por estar dispuesto a la esperanza en medio de esta situación. A lo mejor su expectativa de futuro es corta, y por eso no ha sido capaz de responder siquiera ¡De nada!

Comentarios

  1. Tienes que seguir esperando y confiando en las personas, Fernando, y también en dejar el tabaco. Un saludo afectuoso.

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