Buena literatura

La mañana -o mejor, la noche, pues aún no ha amanecido- es fría, como corresponde a la época invernal. Que no haya colegio, y que haya gente de vacaciones estos días, hace que el trayecto sea más corto de lo habitual. Es aún de noche cuando llego al trabajo, y somos pocos los que hoy nos saludamos en la puerta. Aquellos que no tenemos más remedio que venir, porque aunque sean días para tomarse la vida con otro ritmo, no podemos dejar de trabajar si queremos que esté todo a punto en su momento. Consecuencias de ser un poco responsable; solo un poco.

La sensación al llegar es la de que también podía haberme quedado remoloneando un poco más en la cama. Al fin y al cabo, si no lo hago hoy lo tendré que hacer cualquiera de los días siguientes, simplemente por cansancio. Bueno, lo dejaremos para entonces.

Al parecer, las fiestas no se han llevado toda la tensión acumulada de los últimos tiempos, por las prisas y carreras, por la sensación de no llegar, porque no he pasado siquiera un cuarto de hora frente al ordenador, y el dolor de cuello y cabeza que persiste desde hace unos días, vuelve a aparecer. Mal empezamos el día cuando abrir los ojos hace desear volver a cerrarlos.O tenerlos abiertos en otros lugares y quehaceres. Es verdad que tengo trabajo, algo que hacer, pero cada vez más eso mismo que hago me hace desear hacer justo lo contrario o, al menos, algo distinto. ¡Vaya una manera de empezar el día!

El café termina de despertarme -ya es el segundo- solo para ser consciente, mientras hojeo el periódico con desgana, de la cantidad de temas insulsos en los que se mueve nuestra vida común. ¿A quien le importa esto? ¿Para que sirve aquello? ¿Qué pretende este tipo que se hace pasar por político?... En fin, que no ofrece muchas razones para leerlo; si acaso, el crucigrama, que ocupará el centro de mi atención a media mañana. Como defensa ante los titulares, los efluvios del café construyen preguntas vitales a estas horas: ¿quién habrá diseñado el espantoso uniforme de gala de los mosos de escuadra, más cercano al de los cocheros de Drácula, que al de un cuerpo policial? ¿Realmente importa que Cataluña sea o no independiente pese a que  nunca en su historia lo fue? ¿A qué juega Monti bailando la yenca electoral a ritmo de tarantela? ¿Por qué ser islamista es sinónimo de incultura y para serlo hay que arrasar con patrimonios culturales? ¿Hay que saber lo que dijo el Rey en el discurso de nochebuena? Y ¿a quien le importa lo que Mas piense del discurso, realmente? ¿Cómo hemos llegado a tener un ministro de Hacienda como el que tenemos? ¿Por qué pecado estamos pagando esto? ¿Habrá oído Griñán lo vacío de su discurso? ¿Será consciente de la inconsistencia de lo que dice? ¿Creerá que alguien puede sentirse interesado aún por sus propuestas? ¿Viven el BCE y el Banco de España en este mundo? ¿No serán Draghi y los suyos, alienígenas invasores? ¿Ser inglés se puede curar? ¿ser inglés y europeo simultáneamente, no será una transmutación genética? ¿De verdad alguien ha invertido tiempo y dinero en investigar que los cantantes solistas mueren antes que los miembros de grupos musicales?

En todo ese marasmo, me quedo con un destello de lucidez que solo puede obedecer a que, en el fondo,   sigue habiendo seres humanos habitando este planeta: el secreto de los habanos no está en las hojas de tabaco, sino en los lectores de tabaquería que leyeron "siempre buena literatura" a los trabajadores de las galeras cubanas mientras torcían las hojas de tabaco con artesanal maestría. A lo mejor nos hace falta eso para ser "un colectivo aguerrido", simplemente buena literatura. En el periódico de la mañana, en el informe del trabajo, en el sms, en el anuncio callejero... Más literatura y menos propaganda de todo tipo, porque salvo el crucigrama, creo que hoy la prensa solo trae propaganda. Por eso, yo, no dejo de hacer el crucigrama, si puedo, cada día. Porque con cada palabra acertada, sé que estoy haciendo buena literatura.

Comentarios

  1. ¡Magnífico, Fernando! Si me dejas un rinconcito lo firmo también.
    Un abrazo

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  2. Esa es la sensación que nos queda a todos un poco cada día. El querer estar haciendo otras cosas diferentes a las que hacemos, el querer quedarse en la cama un poco más (en mi caso es realmente terrorífico no poder hacerlo, porque sabes las horas a las que me despierto), pero en el fondo, queda la satisfacción de hacer lo que debes hacer, de seguir pensando sin que te arrastren las ideas de los demás, de ser tu mismo.
    Con el dolor de cabeza no te puedo aconsejar nada... Yo lo he sufrido durante tres días seguidos, hasta que lo he aburrido y se ha marchado.
    Sigue haciendo crucigramas. Yo prefiero los juegos de lógica.
    Mil besos

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