¡Ay, los lunes!

La mezcla es cuando menos curiosa. Un día trabado de comienzos: comienza la semana, comienza la  vorágine de trabajos, reuniones, quehaceres. Comienza simplemente el día, desde bien entrada la noche por aquello de los madrugones. Comienzan de nuevo los encuentros, salpicados de añoranzas porque hace dos o tres días que no nos encontramos los compañeros de trabajo, y tenemos mucho que contarnos y bastante que comentar mientras el segundo café de la mañana, aún de noche, nos despierta del todo. Comienza nuevamente esa molestia del cuello, que pareció haber desaparecido el viernes a las tres y que nos recuerda a su manera que estamos más vivos de lo que creemos. Comienza la dura y cotidiana realidad a ocupar el hueco desalojado durante el fin de semana, reclama de nuevo ocupar la cabeza y los sentidos, empujando por alejar el tiempo sereno y el recreo que hacer las cosas simplemente porque sí nos suele deparar.

Es lunes. Lo es desde anoche, pero somos conscientes ahora, tarde ya, y quizá esa sensación de que el día nos ha cogido la delantera nos hace más ariscos con él. Nos damos cuenta tarde de que es lunes, y por eso empezamos corriendo tras el día, para alcanzarlo, sin saber que llegará el viernes, lo habremos sobrepasado, y no nos habremos dado cuenta. El lunes nos esquiva. Va a su ritmo. No nos queda sino alcanzarlo reposadamente.

Y, por otra parte, el lunes es el día que más horas tiene. Son veinticuatro, sí, pero han conseguido que la jornada laboral sea extensible, y dure más. Parece que quisiéramos agotar todas las horas de trabajo solo en un día, para poder volver cuanto antes al ritmo humano del quehacer consciente de nosotros mismos. Así que, junto a los comienzos, es un día de finales. Terminó el domingo ayer, pero solo nos hemos dado cuenta ahora, y queremos que termine el lunes y toda la semana para estar de nuevo en el final. Como digo la mezcla es cuando menos curiosa. Estar donde no deseamos, para desear estar donde no alcanzamos, y cuando lo alcanzamos hacerlo tan cansados, que no nos damos cuenta de que hemos de volver a estar sin desear en el principio.

Hay que hacer algo, y por eso quiero reivindicar el lunes. El problema no es del lunes, es nuestro. No hemos sabido descubrir los luminosos trozos de domingo que pueblan este lunes, que siguen siendo luz y encuentro. Así que os propongo repasar el día poco a poco, y cernir esos domingos germinales que brotan en medio del trasiego de este lunes.

Comentarios

  1. Cuando se acaban las jornadas laborales pierde uno el referente con el que culpar a los lunes de nuestros propios males, por eso, esta reflexión de un hombre laborioso me parece muy atinada, algo que se suele tardar en aprender.
    Un abrazo

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