Que no se me acostumbre el corazón


Que no se me acostumbre,  Señor, el corazón
a ver sufrir a las personas.
Que no vea normal la vida, que no es vida,
de los excluidos  y sin techo.
Que me duela cada día
de que unos tengamos casi de todo
y a otros les falte todo.
Que no se me acostumbre el corazón
a la mirada triste y perdida,
al gesto caído y desanimado,
a cualquier deterioro del hermano,
a su grito desde la cuneta de la vida.
Que no se me acostumbre el corazón, Señor,
a ver como normal al recién llegado
al que cruza el mar para buscar trabajo,
al que vive sin salida y parado.
Que no se me acostumbre el corazón, Señor,
a creer que me quieres como a ellos,
pues, seguro, que ellos son tus preferidos.
Pon ternura, Señor, en mi mirada;
pon generosidad en mi mano;
pon misericordia  en mis palabra;
pon fraternidad  en mi comportamiento.
Que no se me acostumbre el corazón, Padre,
al dolor del hermano en la cuneta.

Comentarios

  1. Hace unos días me dijo nuestro sacristán: Paco, no quieres nada con nadie, sólo con los pobres; me supo a piropo. Gozo del cariño de los más desfavorecidos y doy gracias a Dios por ello.

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