28F y Bien Común
Andalucía se va
convirtiendo silenciosa –bueno, silenciosa no- y persistentemente en un Centro
de Día. Es un elaborado plan de los gobiernos europeo, central y autonómico
para convertir esta región en un asilo de ancianos. El día está plagado de
señales, pero hay que saber apreciarlas, porque si no, cuando nos demos cuenta,
seremos uno de esos ancianos recogidos a la fuerza en el Centro, y sin
posibilidad de escapar hacia una vida personal y digna.
Por una parte se
desmantela Alestis, se cierra Danone, se prejubila y convierte en zombies a un
buen número de trabajadores que vienen a sumarse a los que ya han sido
“zombizados” previamente.
Junto a eso, una
tasa de desempleo juvenil superior al 52 %, con una tasa de natalidad
decreciente, hace que esto sea poco a poco un geriátrico lleno de inútiles
desencantados y agotados física y espiritualmente para hacer otra cosa que no
sea vegetar y sobrevivir, esperando la muerte con segura desgana.
Se acerca el 28 de
febrero, Día de Andalucía, con una población adormecida, desencantada, cabreada, harta,
desmotivada, egoísta. Y en el otro bando, -sí, en el otro bando- unos políticos
zafios, peseteros, estultos, sordos, inmisericordes, narcisistas, figurantes,
enfrascados en sus cuitas y desencuentros de patio de colegio, que solo ponen de
manifiesto su catadura ¿catadura o caradura? Siempre confundo…
El bien común, que
solo es común cuando es de toda la persona y de todas las personas, requiere
otros políticos, indudablemente. Pero requiere también otros ciudadanos que
estén tan conmovidos, implicados y comprometidos con el Bien Común, como el que
más. Recuerda el CDSI que La
responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas
particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la
autoridad política. El Estado, en efecto, debe garantizar cohesión, unidad y
organización a la sociedad civil de la que es expresión, de modo que se pueda
lograr el bien común con la contribución de todos los ciudadanos. La persona
concreta, la familia, los cuerpos intermedios no están en condiciones de
alcanzar por sí mismos su pleno desarrollo; de ahí deriva la necesidad de las
instituciones políticas, cuya finalidad es hacer accesibles a las personas los
bienes necesarios —materiales, culturales, morales, espirituales— para gozar de
una vida auténticamente humana. El fin de la vida social es el bien común
históricamente realizable.
Y sigue recordando
que en un Estado democrático, en el que
las decisiones se toman ordinariamente por mayoría entre los representantes de
la voluntad popular, aquellos a quienes compete la responsabilidad de gobierno
están obligados a fomentar el bien común del país, no sólo según las
orientaciones de la mayoría, sino en la perspectiva del bien efectivo de todos
los miembros de la comunidad civil, incluidas las minorías.
Como el 28F cae en
Cuaresma, puede ser este año ocasión de vomitar políticos, y de escucharlos
vomitar también discursos vacíos, grandilocuentes, irreales, falsos, y pagados
de sí. Mejor sería ayunar de ellos. Pero debería ser también ocasión de una
penitencial mirada sobre la propia condición y el tantas veces innoble
ejercicio de la propia condición ciudadana, por la que hemos reducido nuestra
implicación en el bien común a la queja lastimera incapaz de convocar, de sumar
y construir, o a la búsqueda de intereses particulares. El bien común se
alcanza cuando su búsqueda se orienta desde la perspectiva de los más
empobrecidos y sus necesidades.
Como andamos en
Cuaresma, deberíamos recurrir a confesión y recibir la penitencia como lo que es, el compromiso decidido que
nos permite empezar a cambiar, e imponernos el trabajo de soñar un mundo nuevo,
sabiendo que solo a través de la propia vida nueva se hace posible la nueva
sociedad. O nos hacemos distintos, o no habrá sociedad distinta. O hacemos otra
política, o no habrá política distinta. O lo hacemos nosotros, o no se hará. Si
nuestro sueño no se hace topía, dejaremos de tener utopías.
Rubrico cuanto dices, Fernando, y me agobia y me apena sentirme tan mayor para ser mero espectador de esta hecatombe que se vislumbra. No estoy en condiciones de cambiar nada, pero no voy a dejarme derrotar y me aferro a la esperanza, Sí, necesito la penitencial, necesito escupir todo esto que me asquea y pedir perdón por la parte que me toca.
ResponderEliminar¡Felicidades por tu artículo!