El amor madruga siempre

El amor madruga siempre, y porque madruga es capaz de creer y puede ver lo que no ven los que duermen, y viendo puede recordar, y al volver a pasar por su vida y hacer memoria, puede creer. Hay cosas que necesitan ser creídas para ser vistas. María y los discípulos vieron, creyeron en el amor, se abrieron a la Vida, se encontraron con el Señor y lo reconocieron. Sólo quien ama ve de otro modo, capaz de recordar, y de creer. Solo quien ama es capaz de reconocer la vida, el amor, y al Señor Resucitado. Es lo que nos transmiten los relatos de la resurrección que proclamamos esta noche en la Vigilia Pascual y en la mañana de Pascua.

Es el amor el que nos mantiene en vela, y nos encamina, llorosos, al sepulcro, para descubrir dónde buscar, dónde mirar; cómo buscar, cómo mirar, para encontrar la vida que nos espera. Solo el amor es digno de fe, porque solo el Amor mayor es la imagen de Dios, solo el Amor nos dibuja los rasgos de su rostro en medio de la noche.

Velaremos, madrugaremos, creeremos, veremos y, enjugándonos las lágrimas, descubriremos el Amor que, vivo, nos espera. Y nuestra esperanza renacerá, abrazada a la memoria actualizada del amor.

Falta poco, será noche, será alborada. Seremos capaces de ver, con la primera luz del día, la realidad más honda de nuestra existencia: la Vida y el Amor, que hemos de vivir y amar, que hemos de ofrecer, y sembrar. Falta poco. Mañana la dureza de la vida la veremos con otros ojos. El dolor no será todo, porque solidariamente lo transformaremos en semillas de esperanza y de futuro. Y seguiremos buscando y encontrándonos con el Resucitado en toda vida que empieza a despuntar, en toda injusticia denunciada, en toda solidaridad creada, en toda humanidad recreada, en toda vida hermanada, en toda justicia construida, y en toda esperanza avivada.

El amor madruga siempre, pero hoy se da más prisa. Hoy, casi, ya es Pascua.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

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