Sentir lo que celebramos. Jueves Santo


Leyendo comentarios y sugerencias para la homilía de este Jueves Santo encuentro uno que dice que hoy somos convocados para sentir lo que celebramos. Cada vez que celebramos la Eucaristía hemos de sentir lo que celebramos pero, sin duda, hoy con una intensidad especial. Es el día fontal. Esta es una memoria real, no un recuerdo. Es celebración que prolonga en el presente la presencia del Señor, en su cuerpo y su sangre, en su muerte y resurrección, y anticipa la consumación de la historia. Es la hora decisiva, en que se juega el presente y el futuro. El relato, hoy, es historia de amor cumplido, condensado en el gesto de lavar los pies, servicialidad y entregada simbolizada en esta tarea de esclavos. 

El de esta tarde es memorial agradecido. No podemos vivir con calidad cristiana, sin vivir y sentir la Eucaristía con profunda gratitud. El don de la vida entregada solo puede ser acogido y agradecido.

El de esta tarde es un memorial que hace a la Iglesia. Sin Eucaristía no hay Iglesia, y sin Iglesia no reconocemos al Señor en la vida. La Iglesia se reúne para celebrar (hacer) la Eucaristía, pero en realidad es la Eucaristía la que hace (construye) la Iglesia.

La Eucaristía es sacramento de caridad que proclama la solidaridad que da sentido a la vida, y que culmina en el amor hasta el extremo. Solo sentimos lo que celebramos, y celebramos en verdad cuando nuestra comunidad es comunidad de servidores, dentro y fuera de la misma. Hoy hemos de estar dispuestos a vivir el amor entre nosotros y a lavar los pies de todas las personas que sufren las consecuencias fatales de nuestro egoísmo, y de la injusta distribución de los bienes de Dios.

Hoy Jesús invita a su mesa; Él mismo se invita a sentarse en la mesa de aquellos que tienen necesidad de Él.

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